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Sábado 18/05/2024

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Copia de Iván el aventurero, a piñón fijo

Acompañado de un amigo, en bicicleta y con varias mudas de ropa y un diario como único equipaje, decidió un día romper con su vida de siempre y emprender un gran viaje que le llevaría hasta Sudamérica. Así comenzaba la aventura de Iván.

Tenía dos trabajos estables, familia y una vida normal pero, a este mijeño de 35 años, le faltaba vivir algo diferente para ser plenamente feliz.

Apasionado de los viajes, no lo dudó ni un instante a la hora de romper con todo y marcarse como próximo destino un lugar en el mapa: Sudamérica o, más concretamente, 3.500 kilómetros a lo largo de siete países, eso sí, pedaleando.

“Llegó un momento en el que intuí que debía escapar, todo lo que veía en televisión, sin querer, me acababa salpicando y decidí emprender este viaje para encontrarme a mí mismo”, confiesa Iván Olivenza, el protagonista de esta historia.

Sin embargo, no fue un viaje nada convencional. Empezando por el medio de transporte, la bicicleta y siguiendo por el itinerario, áreas de América del Sur por donde no pasan las rutas turísticas, muy pobres, en plena naturaleza y donde es imprescindible aprender a vivir con muy poco.

México fue el punto de partida de esta aventura, en la que le acompañó un amigo igual de intrépido que él, Juan Alarcón, y en la que Iván conoció lo que significaba salir de su habitual zona de confort.

“Un día, se me rompió el móvil y, como tenía mucho tiempo libre, decidí empezar a escribir un diario de viaje. Conocí muchas cosas nuevas, algo que no hubiera podido hacer en el bucle de horarios en el que estaba inmerso”, asegura.

Con solo 1.000 euros de presupuesto (según sus cuentas, no podían gastar más de 10 dólares diarios), Iván y Juan tenían que ingeniárselas cada día para satisfacer necesidades tan básicas como comer o resguardarse bajo un techo.

Según cuenta, “aparte de la lluvia y el frío, me encontré con animales y me tocó toparme con ciertos peligros”. Sin embargo, siempre fue capaz de encontrar el lado positivo a todas las situaciones.

Y es que, indica, “al final el que te va a asaltar te da dinero cuando ve las condiciones en las que estás”. “La gente es muy solidaria, todo el mundo te ofrece comida o te abre las puertas de su casa”, completa.

Además, según asegura, contaron durante el viaje con unos sponsors de lujo, sus amigos, que viendo las condiciones en las que muchas veces tenían que dormir, abrieron una cuenta donde ingresaban algo de dinero para que pudieran usarlo ante alguna emergencia o pasar la noche a cubierto cuando transitaban por algún lugar conflictivo.

Por otra parte, en países como Honduras y El Salvador, les tocó vivir de cerca el problema de las bandas, una lacra que afecta a la vida diaria de un alto porcentaje de habitantes de estas regiones.

“A pesar de que muchos han perdido a amigos o familiares, tratan muy bien al turista, lo respetan porque quieren que desaparezca la mala fama que tienen estos países”, comenta.

Sin embargo, este mijeño no titubea al afirmar que esta ha sido una de las experiencias más gratificantes de su vida. “Te hace pensar mucho en lo bueno que tenemos aquí, sobre todo desde el punto de vista de la seguridad, y valoras más las cosas que tanto has echado de menos”.

Pero Iván también se muestra crítico ya que, afirma, “al mismo tiempo te das cuenta de todos los fallos que tiene nuestro sistema, que hace que te olvides de ti mismo, de lo que te apasiona”. Por eso, no descarta emprender en un futuro otra nueva aventura que, en esta ocasión le llevaría, quizá, hasta tierras asiáticas.
 

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