Lidia María Olea Rodríguez. 35 años. Reside en Mijas desde los ocho años y es Policía Local desde los 24. Actualmente, su labor diaria, como portavoz del cuerpo, consiste en revisar todos los partes de servicio, así como las incidencias más importantes que surgen a diario, filtrar la información, recopilar los datos de cada intervención y transmitírselos al gabinete de prensa del Ayuntamiento. Junto a ello, Lidia atiende a los medios de comunicación y, en definitiva, vela por que la ciudadanía esté al tanto del trabajo que desempeña la Policía Local. Además, se encarga de dar a conocer los bandos y directrices que se elaboran desde la dirección de la jefatura. “Es bueno que se promocione nuestra labor porque así el vecino se siente más seguro”, afirma.
Sin embargo, Lidia no solo es policía. Por la tarde, cuando vuelve a casa y se quita el uniforme, es también esposa, madre de dos niños de 3 y 5 años y ama de casa, una labor que, gracias al turno de mañana que ahora ocupa, compagina con su profesión, con la que dice sentirse “muy gratificada”. A Lidia, enterarse de que era una de las elegidas por el área de Igualdad para ser homenajeada en el Día de la Mujer, le causó una gran impresión. “Pienso que este trabajo puede desarrollarlo tanto un hombre como una mujer. Creo que hay que tener la cabeza muy bien amueblada y ser consciente de que, a veces, el éxito no depende tanto de la fuerza como de tener sentido común y mano izquierda”, afirma. Y es que, para ella, las mujeres policía son muy necesarias. “Nuestra labor es fundamental, ya sea para el registro a una mujer, el trato con menores o con víctimas de violencia de género. Aportamos la sensibilidad que a un hombre le puede faltar en un momento dado”, explica. No obstante, la agente no duda en afirmar que, desgraciadamente, el de policía continúa siendo un oficio de hombres. Asegura que, a pesar de haber muchas mujeres preparadas, muy pocas aprueban y no ignora que siguen existiendo prejuicios por cuestiones relacionadas con el sexo. “Hay compañeros que no están dispuestos a hacer el servicio con una agente por el hecho de ser mujer.
No obstante, no siempre es así. Afortunadamente, he tenido muy buena relación con los compañeros con los que he trabajado en la calle”, indica. El estar expuesta a los comentarios de otros agentes es, para Lidia, el principal inconveniente de este trabajo. En este sentido, una de las situaciones que originó más revuelo en la jefatura se produjo cuando, al igual que otra compañera, solicitó el Plan Concilia, que le permitía abandonar el turno rotativo para dedicar las tardes a cuidar de sus hijos. “A ambas nos lo concedieron por nuestras circunstancias, ya que nuestros maridos también trabajan aquí; sin embargo, muchos no lo entendieron”, indica. “Por ello, no tengo las miras puestas en ascender de grado, porque pienso que las decisiones de una mujer oficial serían miradas con lupa”, añade. Además, hoy por hoy, no cambia por nada el momento que está viviendo. “Gracias al turno de mañana, puedo criar a mis hijos, pasar las tardes con ellos, llevarlos al parque, ayudarles a hacer los deberes, hacerles la cena. La verdad es que me siento muy afortunada”, sonríe.
Si la discriminación que aún existe hacia la mujer policía la extrapolamos a la calle nos encontramos, según la experiencia de Lidia, con situaciones bastante similares. “En mi puesto actual, estoy más tranquila, ya que no estoy expuesta a situaciones de estrés y a escuchar comentarios e insultos”, comenta. A tenor de las vivencias de esta agente mijeña, un número importante de personas no respeta a una mujer de la misma forma que a un hombre, sino que la trata con inferioridad. “Una mujer debe tener sus propias herramientas para hacer respetar su autoridad en la calle y eso, sin duda, lo da la experiencia”, cuenta.
Sin embargo, Lidia sabe muy bien lo que es enfrentarse a situaciones complicadas. Recuerda una especialmente emocionante, en la que, junto a otro compañero, salvó a una señora que estaba a punto de suicidarse. En otra ocasión, condujo, en dirección contraria, por la autovía, persiguiendo a los autores de un robo. Sin embargo, y a pesar de todo lo pasado, Lidia insiste en que seguirá desempeñando su labor con el mismo celo que hasta ahora. “Lo que hacemos es porque queremos, no podemos victimizarnos por el hecho de ser mujeres, que ningún hombre nos diga lo que podemos o no podemos hacer”, concluye.
Una trayectoria impecable
Lidia Olea tomó posesión de su cargo como Policía Local en el año 2002 con otros 20 compañeros. Junto a ella, dos mujeres más se incorporaron al cuerpo en esa promoción. La agente recuerda que desde pequeña la profesión siempre le llamó la atención, al igual que a su padre y su abuelo, a quienes siempre le atrajo el tema de la seguridad. Es por ello que, al poco de comenzar la carrera de Turismo, se dio cuenta de que no era lo suyo y comenzó a prepararse para las oposiciones de policía local. En su familia, encontró todo el apoyo que necesitaba para dedicarse a lo que realmente quería. Tan solo su madre, como es natural, se mostraba más reacia por los peligros que conlleva la profesión.
Una vez toma posesión de su cargo, Lidia comienza sus prácticas como agente. Pasa entonces por todos los departamentos de la jefatura, realizando los turnos rotativos y ejerciendo su labor en la calle como motorista. Más tarde, una vez que le es concedido el horario de mañana, pasa a formar parte del departamento de objetos perdidos, establecimientos y tramitación de permisos de armas. Actualmente, y desde la entrada de la nueva Corporación, ocupa el puesto de portavoz de la Policía Local.
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