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Viernes 20/09/2024

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Aferrarse al poder

Parece ya asumido por gran parte de la sociedad que los cargos públicos no deben volver a presentarse tras ocho años de ejercer tal responsabilidad, afectando la norma desde al presidente del Gobierno al concejal del más minúsculo pueblo.

El inicio de esta tendencia podemos atribuirla a José María Aznar, quien fuera el primer presidente del Gobierno (desde mayo de 1996 hasta abril de 2004) que lo anunció y cumplió: ocho años, y para casa.

Esta limitación del cargo tiene efectos beneficiosos para la salud democrática. Los políticos deben abandonar los puestos de responsabilidad a favor de otros de refresco, para impedir el cansancio, que es tanto como decir la falta de ideas y de productividad, y para evitar que se produzcan amaneramientos que puedan dar lugar a cosas peores, caso de la Junta de Andalucía durante la perniciosa permanencia de 30 años acaparando el poder.

Las razones por las que un político se resiste a abandonar el cargo se deben fundamentalmente a diversas motivos. No podemos dudar de que muchos se Esta limitación del cargo tiene efectos beneficiosos para la salud democrática. Los políticos deben abandonar los puestos de responsabilidad a favor de otros de refresco para impedir el cansancio, que es tanto como decir la falta de ideas y de productividad, y para evitar que se produzcan amaneramientos que pueden dar lugar a casos peoresresisten por vocación. Otros, porque al cabo de los años ya no sabrían qué hacer; y un tercer bloque se aferra al poder, por no poder renunciar al sueldo que conlleva el sillón que viene ocupando, u ocupará, si sigue en el rol de la política. Esto se puede aplicar a cualquier nivel, habida cuenta de que el factor humano no distingue, todos necesitan tener un trabajo para poder vivir.

Es aquí donde surge la reflexión. ¿Cabe exigir al cargo público que haga separación drástica de su anterior profesión, bien como asalariado o empresario, durante el desempeño del cargo que ocupe?.

No cabe la menor duda, de que cualquier cargo público debe emplearse muy a fondo en el ejercicio de la responsabilidad que le ha sido encomendada por los ciudadanos. Tampoco cabe, en cuanto a la total separación que debe mantener entre su puesto y cualquier posible vinculación profesional que haya tenido o pueda tener.

Pero esta exigencia tiene un precio, a veces alto, cuando el político mira para atrás y ve llegada la hora de abandonar. ¿Le estará aguardado su antiguo puesto de trabajo?, ¿quedará algo de la empresa que creó…?.

En Mijas, y otros muchos sitios, hay políticos que, desde el marco de su profesión, siguen manteniendo una testimonial actividad laboral con la única ambición de, a base de dedicarle algunas horas del tiempo libre en los fines de semana, seguir conservando la estructura empresarial que fundó, continuar tutelando esas empresas para mantener afinadas las habilidades del oficio, preservar los puestos de trabajo que integre la organización y, cómo no, garantizar un no traumático regreso de lo público a lo privado, cuando toque volver.

El ‘Código de Buen Gobierno Local’, aprobado en Mijas en marzo de 2010, nos habla de cosas lógicas, como es el sentido de la responsabilidad, la voluntad de servicio a la sociedad y la dedicación plena de la función pública.

Tal vez debería reescribirse el texto, apenas unas palabras para corregir el efecto perverso que pueda tener llevarlo al extremo de las últimas consecuencias: hacer exigible a un cargo público tener que apartarse por completo de su anterior profesión. Podrían perderse personas muy válidas y, por ende, quedarnos con lo peor.

No parece justo que, mientras los funcionarios públicos conservan por ley el puesto y la antigüedad durante el desempeño de la función pública, los trabajadores autónomos devenidos en cargos tan siquiera puedan sacrificar su tiempo libre en fines de semana para defender algún sitio adonde volver, ya que queremos que vuelvan, como máximo al octavo año.

Radicalizar es peligroso y el ‘Código de Buen Gobierno Local’ (habrá que verificar qué grado de consenso tuvo su aprobación), no debe cercenar esa Tal vez debería reescribirse el texto, apenas unas palabras para corregir el efecto perverso que pueda tener llevarlo al extremo de las últimas consecuencias: hacer exigible a un cargo público tener que apartarse por completo de su anterior profesión. Podrían perderse unas personas muy válidas y, por ende, quedarnos con lo peorposibilidad de retorno. Lo contrario podría incitar a crear puestos de trabajo a medida, propiciar ser el único aspirante a una plaza y, encima, aprobar ‘cum laude’ con la asignación salarial más alta de España. O también, aferrarse al poder.

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