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Viernes 19/04/2024
  • Mapa de Europa de Lorenzo Valla (siglo XV) ilustrando a España como cabeza del continente.

Reportajes

Eduardo Martínez reflexiona sobre el nombre de Europa

  • Según Martínez, “en 2000 años, filólogos, historiadores y escritores no se han puesto de acuerdo en la etimología de Europa”

En la tercera parte de ‘Europa, Europae: Del mito a la utopía’, el autor habla del mítico enigma de dar nombre a un continente

En mi larga trayectoria académica utilizaba el término europeizar, arrancando del oscuro, pero mítico, origen del término que bautiza nuestro continente, comenzando con el estudio de la obra de uno de los ‘Padres de la Europa de los Seis’, el italiano Alcide De Gasperi, que culminó con mi tesis doctoral: ‘Alcide De Gasperi, artífice de la República Italiana y del Ius Publicum Europaeum’.

Ya con el nombre de Europa encontramos varias figuras mitológicas: la oceánide Europa, hija de Tetis (deidad del Mar) y del Océano, hermana de Asia y de otras dos mil novecientas  noventa y ocho ninfas marinas, según narra Hesíodo en los versos 347-367 de la Teogonía.

Una hija del Nilo y esposa del dios marino Danáo; la princesa fenicia, la madre de Níobe. Para empezar son varias las Europas que bautizan nuestro continente, aunque sea la princesa fenicia la que goza de más popularidad en las artes, y la mitología, debido a la jerarquía de su raptor: Zeus.

Pero en nuestro breve estudio nos encontramos con un segundo problema: ¿de dónde procede el término Europa, su etimología? Resulta que después de largos estudios e investigaciones sobre el nombre de nuestro continente, desde Heródoto (484-425 a.C.) hasta nuestros días, desconocemos el origen del vocablo que bautiza nuestro “viejo continente”. No obstante se vislumbra su relación con el Ponto, ya que todas las Europas míticas mencionadas son de origen marino;  incluso la princesa fenicia hija del rey Agenor, era nieta de Poseidón (el romano Neptuno) dios del mar, de las aguas y de los seísmos, portador del tridente y hermano de Zeus y de Hades, (el invisible) dios del inframundo, el reino de los muertos.

¿Y que sucede con el término Europa? ¿etimología y significado? De nuevo la incertidumbre. Cinco siglos antes de Cristo, el historiador, geógrafo y viajero incansable, Heródoto de Halicarnaso, confesaba una incerteza que aún perdura. Ignoramos de donde procede la palabra, ni qué significaba para los que la empleaban, tampoco los límites espaciales en los que la inscribían, las fronteras que la delimitaban. Europa era princesa fenicia y continente. Pero también otras versiones mitológicas hacen de ella una de las oceánides, o la que afirma que se unió a Poseidón y engendró a Eufemo, uno de los Argonautas que junto a Jasón buscaba el Vellocino de Oro.

Solamente tres sílabas, Europa, no presentes en Homero, pero sí en Hesíodo. De todas formas, las Europas del pastor de Ascra en su Teogonía; del poeta siracusano bucólico Mosco de Siracusa, siglo II a. C., o de Publio Ovidio Nasón (43 a.C. - 17 d.C.) en sus Metamorfosis (libro II, 838-875) son de la estirpe de los dioses. Tanto la Oceánide como la tiria nieta de Poseidón.

El europeo desconoce la etimología del nombre de la tierra en que habita. En 2000 años filólogos, historiadores y escritores no se han puesto de acuerdo. Tal vez solo los poetas en su numen puedan imaginar la princesa fenicia, cuyo rapto es uno de los temas pictóricos de los grandes artistas de todos los tiempos, desde las Vasijas pintadas griegas los frescos de Pompeya, pasando  por innumerables genios de la pintura: Jordaens,  Quelllinus, Rembrandt, Tiziano, Rubens, Goya, Picasso, Moreau, Simón Vouet, Martín de Vos, Botero, etc., etc.

Sin duda el mito de la princesa fenicia es el que ha tenido la larga trayectoria hasta nuestros días,

En que figura en billetes y monedas del euro.

¿Existe Europa, pero como mito, como utopía, como fábula como fragmentaria en lo que se ha venido llamando “la unidad en la diversidad”?, “in varietate concordia” , lo cual no deja de ser una bella pero movediza frase.

No obstante en nuestro empeño filológico etimológico tornemos a nuestra Babel de 24 idiomas con el mismo estatus oficial.

El término Europa, podría designar la blancura de la piel de la princesa fenicia. También podría significar la doncella de amplia mirada, Homero asigna a Zeus el epíteto de Europé, el dios que todo lo ve, omnividente. El término eu-ropé en griego bien regado, debido a la abundancia de ríos tan fértiles para los árboles. Europa también podría significar la región del Poniente, “hirib”, ya que Asia, “acou” es el Oriente, del semítico “oreb”.

Otras teorías buscan en el Génesis. Los padres de la Iglesia, Jerónimo de Estridón y San Ambrosio de Milán señalan en los capítulos 9 y 10 de la historia de Noé, como éste adscribió a cada uno de sus tres hijos un territorio. Cam el hijo maldecido recibió África, Sem Asia y Jafet Europa.

Como señalan en su magnífica ‘Breve Historia de Europa’, Jean Carpentier y François Lebrun, esta versión original, “una confusión entre Jafet, hijo de Noé y Japeto, uno de los Titanes, padre de Prometeo”.

Hasta aquí, debido a los límites del artículo hemos llegado y aunque nada podemos concretar sobre nuestra Europa, podemos afirmar la inmensa cultura que necesitamos para interpretar la existencia de Europa, más de dos mil años cultivando este árbol de la ciencia del bien y del mal y el árbol de la sabiduría. En la cultura-cultivo de este inmenso Jardín de las Hespérides nos perdemos los europeos, pero nos reencontramos de nuevo porque Europa existe y nosotros somos europeos, como  señala nuestro pasaporte: Ciudadanos de la Unión Europea. Europa es nuestra “Matria”, como comentaba en mis clases de Derecho Comunitario desde 1985. Siempre afirmaba que Europeizar era sinónimo de culturizar y lo sigo creyendo…