A las cinco de la tarde, hora muy futbolera, comenzaba en la iglesia de la Inmaculada el entierro de Antonio Márquez Alarcón. La Muralla se quedaba pequeña para el último adiós del que fuera presidente del Club Deportivo Mijas y presidente de los Mayordomos de San Antón durante muchos años. No hubo templo capaz de acoger la masiva afluencia de amigos y familiares, de futbolistas y residentes extranjeros, de representantes institucionales y miembros de prácticamente todos los colectivos sociales de Mijas que tuvieron la oportunidad de estar cerca de Antonio en algún momento.
Ni siquiera el cansancio de Paqui, su mujer, de Mari Carmen y de Ana Belén, sus hijas, de Antonio, su hijo, el de su hermanas y familia, impidió que todos quisieran darle el pésame en reconocimiento de una de esas personas que con su trabajo se ganan el respeto y el cariño de todos.
Antonio tuvo en su vida una obsesión por querer mucho y ayudar a crecer a todo lo más cercano.
A su familia, a la que ayudó a construir un escenario adecuado para su desarrollo personal y laboral, aconsejando, acompañando, trabajando por esa tarea en el día a día. Y le faltó tiempo, porque nada más prejubilarse de su trabajo intachable en el Banco Andalucía, ahora Popular, al poco tiempo, le llegó una enfermedad que le ha acompañado duramente los últimos años.
Al Club Deportivo Mijas, del que fue presidente, un gran presidente, del que fue tesorero por su conocimiento de los números del club, del que fue prácticamente de todo en la directiva. No era extraño verle presidir al club y al mismo tiempo recorrer la grada de un lado para otro dando ánimos o protestándole al árbitro una falta inexistente. Era su carácter, y su amor por unos colores, por un club que hoy día existe gracias, entre otros, al trabajo de Márquez, como le llamábamos en el club.
Horas más tarde del conocimiento de su muerte, los grupos de whatssap y redes se llenaron de comentarios solidarios, como decía uno de los jugadores que pasaron por la entidad, con “una persona que siempre tenía una sonrisa en cualquier momento y que nunca nos dijo que no a nada que le planteamos buscando soluciones para que nos sintiéramos a gusto, lo sentimos mucho”.
Antonio siempre tuvo en mente su tierra, Osunillas, San Antón y su Club Deportivo Mijas
Esa sonrisa la trasladaba también en el desempeño de su trabajo, residentes extranjeros se abrazaban y lloraban en las puertas de la parroquia recordando quizás que este hombre les ayudó con su gestión a resolver cualquier problema en la entidad en la que pasó un gran número de años.
A su tierra, a los Mayordomos de San Antón. Luchó y mucho, trabajó para que con el apoyo de los Mayordomos de San Antón tanto el 17 de enero, con sus cañas de azúcar, palmitos, caracolas, callos y buñuelos no se perdieran. Durante los años en los que se celebró la verbena en honor de San Isidro, era el encargado del escenario, de los concursos, de entregar las medallas y de hacer los concursos. Con la ayuda de los Mayordomos se sentía un privilegiado por defender su tierra, sus raíces, las señas de identidad de un lugar que llevaba con orgullo a cualquier foro. Era muy curioso ver cómo dibujaba el espacio, con la ironía propia del sur, donde comenzaba la frontera de Osunillas, la cuna de Mijas.
Activo, trabajador, se volcó en las cosas sencillas de Mijas que eran ejemplares
A Mijas. Sentía la necesidad de no dejar escapar un instante de las cosas sencillas que conforma la identidad de un pueblo. La cámara de fotos, sus archivos nos hablan de una Mijas rural, de una Mijas que despertaba al turismo, de las fiestas, de la Virgen de la Peña, adorada por todos.
No es fácil decir adiós, el próximo año seguiremos felicitando la Navidad, pero siempre tendremos un segundo para mirar al cielo y pensar en alguien que, ayudando a los demás, dejó un gran recuerdo que debemos realzar para seguir su ejemplo. Antonio y ¿cómo es el cielo?
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