Es testigo de una de las etapas más importantes de la historia de Mijas. Desde su responsabilidad, como adjunto del interventor, presenció la gran migración del campo a la costa, los años del cambio de modelo productivo en los que Mijas dejó la agricultura para vivir del turismo y la construcción. 48 años después de sus inicios en el Consistorio, Juan Ignacio Mérida deja sus funciones para disfrutar del merecido premio de la jubilación, una etapa que inicia coincidiendo con un nuevo gran cambio social, el de municipio de gran población.
Mijas Semanal. ¿Cómo era el Ayuntamiento cuando comenzó a trabajar Juan Ignacio Mérida?
Juan Ignacio Mérida. Recuerdo que entré a trabajar el día 2 de noviembre de 1964. En aquella época no había interventor, había un secretario interventor, un cargo que ocupaba un hombre mayor.
M.S. ¿Cuántos compañeros tenía en 1964?
J.I.M. En oficina, había cinco personas. Policía Local, si no me equivoco, había cuatro. De obras, también cuatro, más un sepulturero y un alguacil. No sé si me dejo a alguien fuera, pero recuerdo que no llegábamos a 20 trabajadores.
M.S. No se parece en nada a la Mijas actual.
J.I.M. Ten en cuenta que en aquel año el presupuesto era de unos cuatro millones y pico de pesetas, que para los que no se sitúen, serían unos veintitantos mil euros. Esa cantidad suponía mucho dinero, de hecho, a mediados de los 60, estuvimos unos tres meses sin cobrar, para que te hagas una idea de la escasez que existía. Aquella fue la única vez que el Ayuntamiento no ha podido pagar la nómina en mis 48 años en el Consistorio.
M.S. ¿Quién era alcalde en aquella época?
J.I.M. Miguel González Berral. Fue alcalde de 1962 a 1978, año que entró Antonio Maldonado.
M.S. ¿Cómo era el trabajo en intervención entonces?
“A mediados de los 60, estuvimos unos tres meses sin cobrar”
“La única vez que el Ayuntamiento no ha podido pagar la nómina en los 48 años”J.I.M. No existía la informática, usábamos una máquina de escribir Olivetti, trabajábamos con papel de calco para sacar las copias de los documentos. Hacíamos los recibos y padrones a mano, también los recibos para cobrar, tanto el recibo principal como el matriz, que se quedaba como justificante nuestro. Por ejemplo, a finales de los 60 el alguacil se iba andando por los campos para cobrar la tenencia de animales, se quedaba a dormir en las casas porque no le daba tiempo a volver a Mijas, así seguía por la mañana en otro partido rural hasta completar el recorrido. Se cobraban ocho pesetas al año por tener una cabra, por tener una vaca, si mal no recuerdo, eran dieciséis pesetas, también se cobraba una por las gallinas.
M.S. ¿Y usted siempre ha estado en Intervención?
J.I.M. Primero había secretario interventor. En el momento que se nombró un interventor, este pasó a hacer otras cosas. En mi caso, no tuve que cambiar de cometido, cuando vino el primer interventor, continué haciendo lo mismo, como adjunto, para esta persona. De hecho, el primer interventor que vino, Carlos Claro, terminó yéndose, por lo que tuve que asumir su función de forma accidental. Después vino otro interventor del cuerpo nacional, Juan Nebreda. Posteriormente, fue nombrado el actual, José Martín.
M.S. ¿Qué recuerda con más cariño de sus primeros años?
J.I.M. Nuestro modo de trabajar, reflejaba las circunstancias de la época. Por ejemplo, todos los habitantes del campo de Mijas empezaron a desplazarse a la zona de la costa, junto a Fuengirola, para dedicarse a la construcción. Estos trabajadores compraron parcelas pequeñas para hacer su casa. En la mayoría de los casos, el propietario se hacía su vivienda con ayuda de los familiares y amigos, lo hacía los domingos, ya que el resto de la semana se trabajaba. Entonces, el secretario interventor, Víctor García, y yo íbamos, en el primer coche que compró el Ayuntamiento, en 1965, un Land Rover, a inspeccionar las construcciones. Teníamos que hacerlo, por tanto, en domingo. En aquella época, nadie tenía licencia de obra, se le decía a cada propietario que al día siguiente fuese al Ayuntamiento para regularizar la situación. Tenía que pagar 1.000 pesetas de tasas, nueve de sellos municipales y listo, licencia concedida.
M.S. ¿Y la gente podía construir a su voluntad?
J.I.M. Ni alineación de calle, ni proyecto, absolutamente nada, simplemente era necesario pagar las 1.000 pesetas y los sellos municipales. Hablamos de los años en los que no se tenía un criterio sobre el urbanismo como el que existe hoy. Te pongo otro ejemplo de cómo fueron aquellos años en cuanto a recursos y legislación. En el año 68, un compañero, Manuel Romero, y yo, tuvimos que enumerar las casas de Las Lagunas y de La Cala. No estaban numeradas entonces, así que cogimos una escalera, una bolsa de clavos y los números. Los fuimos colocando uno a uno, casa por casa. El Ayuntamiento no tenía dinero para contratar ese servicio.
M.S. Si estaba en el Ayuntamiento de lunes a sábado y el domingo hacía inspección, no descansaba ningún día.
J.I.M. Incluso trabajábamos mañana y tarde durante la semana. No se conocían las palabras hora extra, ni vacaciones. Las vacaciones empezaron a disfrutarse en el año 71, aproximadamente. Por ejemplo, cuando me casé, en el año 73, cogí mis primeras vacaciones, después de llevar nueve años trabajando en el Ayuntamiento, hasta entonces no había estado nunca de descanso.
M.S. Y casi medio siglo después, Mijas es Municipio de Gran Población. ¿Puede estar Mijas ante otro cambio social y económico importante como el vivido a finales de los 60?
J.I.M. Podría ser. Habrá más ingresos en el Ayuntamiento, pero también conlleva dar más prestaciones y, por tanto, supondrá más gastos.
M.S. ¿Qué va a hacer a partir de ahora, tras su jubilación?
J.I.M. Descansar. Pero como tampoco pienso quedarme en casa sin hacer nada, me dedicaré a cuidar un huertecito. También tengo pensado ayudar a un sobrino que tiene algunas viñas, básicamente entretenerme, no quedarme sin hacer nada.
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