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Viernes 22/11/2024

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El gato oscuro y la fábrica de ratones

Como otros tantos cuentos de Navidad, todo el mundo conoce la existencia del Gato Oscuro y la fábrica de ratones. Todo el mundo sabe a qué se dedica y por qué lo hace; sin embargo, nadie se ha preguntado cómo comenzó todo… Antiguamente, los gatos eran muy diferentes a cómo los conocemos hoy en día. Su trato con los humanos era más distante, solían llevar botas y sombrero y, en vez de dejarse

Como otros tantos cuentos de Navidad, todo el mundo conoce la existencia del Gato Oscuro y la fábrica de ratones. Todo el mundo sabe a qué se dedica y por qué lo hace; sin embargo, nadie se ha preguntado cómo comenzó todo… Antiguamente, los gatos eran muy diferentes a cómo los conocemos hoy en día. Su trato con los humanos era más distante, solían llevar botas y sombrero y, en vez de dejarse bigotes, se dejaban crecer la barba.

Fue esta la época en la que vivió el Gato Oscuro. Y su leyenda, que cambiaría a los gatos para siempre, comenzó la Navidad en que perdió seis de sus siete vidas. Por aquel entonces, estaba perdido. Era un gato adulto que hacía tiempo que se había alejado de todo cuanto se había propuesto en la vida. Sus pasos lo llevaron por caminos equivocados, y fue en uno de estos donde empezó su mala suerte: la calzada estaba rota y cayó en las cloacas. Y no de pie.

Magullado, el Gato Oscuro no tardó en perder su segunda vida. Cuando se vio herido y atrapado en el subsuelo, comenzó a maullar. Primero flojito, luego más fuerte. Llegó a maullar de tal forma que todo el subsuelo empezó a vibrar. De repente, miles de cucarachas salieron de sus escondites intentando salvarse.

Aquello suponía un festín para el Gato Oscuro, que estaba hambriento. Quiso perseguirlas, así que continuó maullando para que salieran más. Sin embargo, también empezó a caer polvo y pedruscos del techo. El gato, entusiasmado cazando cucarachas, no se dio cuenta hasta que le cayó uno encima y perdió el conocimiento.

Cuando despertó, tenía un gran chichón en la cabeza. Pero ese no sería su final: aún le quedaban cinco vidas. Mareado, caminó por las cloacas, donde se encontró a otro barbudo gato. Este sostenía entre sus garras a una cucaracha.“No es justo”, pensó. “Seguro que salió gracias a mis maullidos. Me pertenece”.

El Gato Oscuro quiso reclamar lo que era suyo, pero el otro gato no parecía estar de acuerdo y se enfrentó a él.
Esta vez no solo perdió una vida. Cuando despertó, se dio cuenta de que había dejado de ver con el ojo izquierdo. No obstante, la suerte por fin parecía sonreírle. Un grupo de ratones lo observaba, preguntándose si estaba muerto o no. El Gato Oscuro se relamió y se hizo el dormido.

En cuanto se acercaran, se aprovecharía de ellos. Cuando llegó el momento, les sorprendió, levantándose e intentando pillarlos. Pero los ratones eran más listos y, sobre todo, eran más. Le plantaron cara, rodeándole y amenazándole con sus dientes de roedores. El Gato Oscuro se vio obligado a retroceder, hasta que sus patas traseras no encontraron suelo y cayeron al agua de los canales.

Forcejeó por mantenerse a flote, pero la corriente tiraba con fuerza y él no paraba de tragar agua. Finalmente, se hundió. Por suerte, las aguas daban a parar en un río, y el felino se despertó al chocar contra una roca en la orilla.

Estaba exhausto. Le dolía el ojo, había perdido sus botas y su sombrero, estaba empapado y no sabía dónde se hallaba. Pero por fin había salido al aire libre. Por fin se había acabado la pesadilla. ¡Y aún le quedaban tres vidas! Con eso podría sobrevivir unos años más. Aunque no podía negar que en las cloacas había estado calentito. Se le había olvidado cuánto frío hacía fuera.

Y más allí, que andaba lejos del bullicio de la ciudad. Así que buscó algún sitio donde esconderse, y por casualidad encontró una madriguera de conejos. Se refugió allí, y cuando llegaron los conejos los alejó erizando el pelo de su lomo. Aquel iba a ser su lugar.

Lo que no sabía el gato era que alguien más solía acechar la madriguera. Al amanecer, un zorro la derrumbó a golpes para que los conejos salieran. Qué disgusto se llevó al ver que, en vez de ricos y regordetes conejos, había allí un gato. Pero como tenía hambre, lo persiguió igualmente.

El Gato Oscuro corrió con todas sus fuerzas, sorteando ramas y zigzagueando por los árboles para intentar quitarse de encima al zorro. En un momento, dejó de escucharlo y se atrevió a mirar atrás mientras seguía corriendo, con la mala suerte de que chocó contra un tronco.

Despertó aún más desorientado y cansado. Seguía haciendo frío, así que buscó algo de abrigo entre los arbustos. Entonces vio en medio de un claro una gran manta de cuadros blancos y rojos. El Gato Oscuro se retorció de felicidad abrigándose en ella, y usó sus garras para acomodarla a su cuerpecito.

Cuando el dueño volvió y vio a una criatura oscura rajando su mantel, le pegó un puntapié que lo mandó volando. Solo después se acercó a ver qué era, y se dio cuenta de que era un pobre gato. ¡Cómo iba a reconocerlo si no llevaba botas ni sombrero! El muchacho cogió al gato, inconsciente, y lo llevó hasta su casa, donde él y su familia lo cuidaron con gran esmero. No obstante, él ya estaba muy débil. Sólo le quedaba una vida.

Al despertar, el Gato Oscuro se encontró en un hogar cálido y acogedor donde no le faltaba de nada. “¿Qué es esto? ¿Por qué estoy aquí?”, se preguntaba.
Aunque no era el único. Por la casa también rondaba un perro con apariencias de peluche que solía llevar un jersey verde con adornos navideños. “No es más que un perro bobo y hortera. Pero le preguntaré a él”.

-¿Qué por qué tanta bondad? ¡Guau! Es Navidad, gato. Es la época de compartir, ¡guau! De cantar villancicos y de repartir felicidad. ¿Qué por qué no te habías enterado antes? ¡Porque eres un gato! ¡Guau! Los gatos no hacéis nada de eso, ¡guau! ¡No tenéis espíritu navideño!

El Gato Oscuro reflexionó sobre las palabras del perro. Reflexionó y se dio cuenta de todos sus errores. Al no tener un objetivo, se había dejado llevar por la mala vida, siendo avaricioso y queriendo aprovecharse de los demás. ¡¿Pero cómo iba a saberlo?! ¡Nadie se lo había explicado antes!

Quizá no fuese demasiado tarde. O al menos, aún podría cambiar la suerte de muchos otros. Algo le decía que la respuesta estaba en ese tal espíritu navideño, así que deseó con todas sus fuerzas que le concediera un deseo. Un deseo que cambiaría para siempre la suerte de los gatos.

Y así fue. El Gato Oscuro deseó con todas sus fuerzas convertirse en el espíritu navideño de los gatos. Decidió sacrificar su última vida para guiarlos durante Navidad. Él, que ya había aprendido de sus seis errores, de sus seis muertes. Era perfecto y sus intenciones eran buenas, así que el espíritu de la Navidad no dudó en llevarse consigo al pequeño animal y concederle una caseta allí con él, y una fábrica de consejos llevada por sabios ratones que le ayudarían en su tarea.

Como todos sabemos, desde entonces el Gato Oscuro vela por los gatos en Navidades, enseñándoles a usar sus habilidades para traer alegría a aquellos con los que comparten la Navidad: cuando un gato llena de pisaditas la casa es porque el Gato Oscuro está detrás de él diciéndole que marque el camino para que los demás no se pierdan; cuando un gato despierta a la casa maullando temprano, es porque el Gato Oscuro le ha dicho que no hay mejor manera de despertar a los demás que con un villancico; cuando un gato lleva una cucaracha muerta dentro de la casa es porque el Gato Oscuro le ha dicho que comparta su caza; cuando un gato no quiere cazar ratones, es porque el Gato Oscuro le ha recordado que no hay que despreciar a los demás; cuando un gato ocupa todo el sofá, lo hace porque el Gato Oscuro le ha dicho que piense en los demás y les caliente el sitio para que luego no pasen frío; cuando un gato rompe las cortinas no lo hace por afilarse las garras, sino porque él le ha dicho que le dé un toque nuevo a las cosas viejas para que los demás cambien su forma de verlas.

Y si a los humanos no les gusta que los gatos hagan estas cosas, es porque los tiempos han cambiado y ahora son ellos los que han perdido el espíritu navideño.

Aunque es verdad que algunos gatos siguen siendo ariscos y solitarios. Se debe a que El Gato Oscuro perdió su ojo izquierdo y no consigue ver a esos felinos que se refugian en la oscuridad de las calles. Estos necesitan que otros les muestren el espíritu navideño y les saquen del mal camino antes de que en una fría Navidad pierdan sus siete vidas.

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