Solvente hace referencia a que resuelve, es un adjetivo que puede unirse a distintos significantes. Estamos muy acostumbrados a verlo junto a economía y trabajo. Por ejemplo, una persona puede ser solvente económicamente cuando puede afrontar obligaciones económicas: “el banco le negó el préstamo porque no era solvente”.
También una persona es solvente cuando es capaz de cumplir con éxito un trabajo: “necesito a alguien solvente para que dirija el departamento”. A mí me gusta unir solvente a emoción.
Por solvencia emocional, podemos entender la capacidad de hacer frente a emociones y sentimientos del orden de la desilusión, la envida, la impotencia, la decepción; la capacidad de hacer frente a los contratiempos y los desencuentros; la capacidad de afrontar los hitos humanos como son el crecimiento, la sexualidad, la muerte, separaciones, uniones.
Usted que vive con alguien y la convivencia le resulta dañina, tiene poca solvencia emocional. Usted que lleva la mayor parte de su vida sumido en problemas económicos, tampoco goza de solvencia emocional. Usted que eleva las desavenencias a categoría de drama, tampoco tiene solvencia emocional.
Tampoco tiene solvencia emocional usted que vive con cierto número de enemigos, ni usted que no consigue hacer lo que se propone, ni usted que anda desesperado buscando novedades, ni usted a quien solo le gusta el alcohol, ni usted que desfallece buscando señales de que el otro le quiere…
Es común que los padres manifiesten el deseo de que su hijo estudie para que tenga un buen trabajo y nunca le falte de nada, que tenga buena solvencia económica. También es común, que cuando alguien se empareja se pregunte cómo se gana la vida. Pero poca gente se detiene a desear o preguntar acerca de la solvencia emocional.
Me atrevo yo a preguntarle, ¿es usted solvente emocionalmente? ¿Tiene los recursos suficientes para llevar una vida digna y satisfactoria? ¿Tiene una vida de humano y no de una medusa, una seta o un gusano? Es posible vivir con decisión, con empuje, con movimiento propio y no simplemente dejarse arrastrar por la inercia de alguna corriente.
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