Mijas volvió ayer a conmemorar San Blas con la bendición, en la ermita de San Antón, en Osunillas, de 250 rosquillas como manda la tradición. Obispo de Sebaste y mártir cristiano, a San Blas se le considera patrono de aquellos enfermos que padecen afecciones de garganta. Con una misa, oficiada por el sacerdote Víctor Manuel Valero, de Granada, comenzaron a celebrarse los actos que, cada año, rinden honor a San Blas. Se trata de una de las tres celebraciones más importantes que acoge este pequeño templo ubicado a las afueras de Mijas Pueblo. Los llamados Mayordomos de San Antón son los guardianes de estas tradiciones y se encargan del mantenimiento de la ermita y de los preparativos de la jornada.
“Cuando se restauró la iglesia, un vecino de Mijas regaló la figura del santo y a partir de ahí, el 3 de febrero, se celebra la festividad, y la tradición es hacerlo con la bendición de rosquillas, los tres actos más importantes que celebramos en la ermita son, San Antón, San Blas y San Isidro”, nos contó Toñi Barranquero, presidenta de los Mayordomos de San Antón.
En la ermita se pueden apreciar las figuras de San Antón y San Blas, esta última regalo de la familia Loza de Mijas. “Cuando la ermita se reconstruye en 1981, los mayordomos deciden que una de las imágenes que debe presidir la ermita es la imagen de San Blas, la imagen la regala una familia del pueblo y se pone en el culto en el día de San Blas”, señaló José Ignacio Ruiz, vecino de Mijas.
Tradiciones que pasan de generación en generación.
“Mis padres venían de jóvenes y yo he continuado, y por eso he querido también formar parte de la hermandad, intentando mantener la tradición, por eso también he traído a mis niñas y a mi madre, mi padre ya no puede”, destacó Fernando Quero, secretario de los Mayordomos de San Antón.
“Es tradición venir con mi madre y solemos venir con mi hermano todos los años, y cuando éramos chicos, veníamos con mis amigas y demás pero hoy con el día que hace hemos venido menos gente”, contó Elena Barranquero, vecina de Mijas.
Una merienda elaborada por los mayordomos cerró la jornada donde se bendicen las rosquillas en recuerdo a la curación de un niño que, según la historia, se estaba ahogando con una espina y San Blas, con migas de pan, le salvó la vida.
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