A las ocho de la mañana Francisco Moreno ya está en su pequeño huerto en el Lagar Don Elías. Tiene mucho que hacer: quitar las malas hierbas, regar, recoger la cosecha y preparar el terreno para la próxima siembra. No falta ningún día a su cita. Tiene que andar, dice. Jubilado con más de 80 años, Francisco fue jardinero durante su vida laboral y el gusanillo por la tierra todavía lo tiene: “se entretiene uno”, afirma; además, de paso recoge productos para su casa y la de sus hijos. Calabazas, cebollas valencianas, lechugas, pimientos, berenjenas, tomates, todo eso y más, cabe en su parcela de huerto urbano que cultiva desde marzo.
Francisco es uno de los jubilados que se ha hecho con uno de los huertos urbanos que concede el Ayuntamiento. A los 55 existentes junto al Lagar Don Elías y a los 43 de La Cala, se sumaron en abril 99 parcelas, de 45 metros cada una, ubicadas junto a los colegios Tamixa y María Zambrano. Además de a jubilados y a asociaciones, se repartieron entre parados mijeños de larga duración.
Sabor y olores únicos
Jesús Moreno y Salvador Merino, son dos de los adjudicatarios de las nuevas parcelas y ya tienen, asegura Jesús, “tomatitos, pimientos, calabacines, cebollas...” dándoles frutos muy diferentes de los que se compran en las tiendas: “estos están criados por uno”, afirma Salvador. Y no solo eso: “coges un tomate maduro y nada más el olor ya te dice que no viene de ninguna cámara y luego el gusto es maravilloso”, afirma Antonio Navas, otro horticultor mijeño que ya está comiendo pimientos, calabacines, berenjenas, tomates, pepinos y lechugas. Además, ahora va a “sembrar batatas “para sacarle el producto a finales de septiembre”. Y después, irá a por las “coles de invierno”. Y lo bueno, no es solo los productos que genera el huerto, sino que “haces gimnasia” labrando la tierra y preparando el campo y, algunos, incluso, yendo andando a su parcela. “Desde que tengo el huerto he venido cinco veces en coche, en bicicleta dos y los demás días andando”, apunta Cristóbal Ruiz, un enamorado de la agricultura y de los productos cien por cien ecológicos. De hecho, ni azufre le echa a sus tomates.
Pero el huerto también tiene su lado duro. Lo más laborioso es “cavar y echar estiércol”, explica Juan Morales, que ya tiene preparado su terreno para plantar tomates de invierno a primeros de agosto.
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