Como ya he comentado alguna vez, frecuento una cafetería donde en el sobre del azucarillo aparecen citas escritas. Unas me gustan más que otras. Me gustan sobre todo las que me hacen reflexionar, las que despiertan mi curiosidad. También me gustan esas frases que me refrescan cosas sabidas pero caídas en el olvido. La última que he leído dice: “La amistad duplica las alegrías, y divide las angustias por la mitad”. Es de Sir Francis Bacon (1951-1626), filósofo y estadista británico.
Al leer la frase lo primero que me vino a la cabeza fueron las fuentes del sufrimiento humano de las que habla Freud: la fuerza de la naturaleza, cuando se presenta altiva en forma de terremoto, huracán, diluvios; la decadencia del cuerpo, avocado a la desaparición y sometido en muchas ocasiones al dolor; y la relación con los otros.
¿Son ideas contradictorias los beneficios de la amistada de Bacon y el sufrimiento proveniente de las relaciones del que habla Freud? ¿O se puede establecer algún puente? La amistad puede verdaderamente aportar alegría y rebajar la angustia cuando uno ha hecho previamente un recorrido personal que le permite tener una mirada más limpia. Una mirada poco limpia hace que las cosas se vean con un filtro que distorsiona el brillo propio de las cosas.
Es muy bonito ver en terapia cómo los pacientes reconocen, tras un tiempo en tratamiento, que sus relaciones han cambiado: los conflictos se rebajan y también los comederos de cabeza del tipo “mira lo que ha hecho” y “mira lo que ha dicho”; se minimizan las exigencias y el sometimiento, y aparece la tolerancia. Hay personas que sin duda es mejor tenerlas lejos, pero en muchas ocasiones no se logra mantener relaciones fluidas con otras personas valiosas y que apreciamos. Muchos pacientes obtienen ese beneficio: mantener vínculos muy satisfactorios aunque no exista un encaje perfecto entre las dos personas.
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