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06/10/2024

Actualidad

Exigencias anímicas

Un niño llora y se abraza a su madre al ver una cara extraña. Un agricultor se niega a comprar una guadaña si no lleva la marca de fábrica familiar. ¿Qué tienen en común estas escenas? A bote pronto podríamos decir que nada

Un niño llora y se abraza a su madre al ver una cara extraña. Un agricultor se niega a comprar una guadaña si no lleva la marca de fábrica familiar. ¿Qué tienen en común estas escenas? A bote pronto podríamos decir que nada. En los dos casos se trata de un displacer. El niño da muestra de ello con una expresión elemental: el lloro. Para el agricultor el displacer se traduce en una decisión: solo puede comprar un tipo de guadaña. ¿Pero un displacer por qué? Por el esfuerzo que lo nuevo exige a la vida anímica. Lo nuevo conlleva cierta inseguridad que puede convertirse incluso en algo angustiante, en un desgaste psíquico.
Para prevenirnos de lo nuevo somos capaces de desplegar distintas defensas. Pueden llegar a ser tan eficaces que inmovilicen a la persona. Pero el coste de tan alta defensa es caro, cuanto menos una vida gris. ¡Cuántas veces ha animado a alguien a cambiar su vida y le ha resultado imposible! Se alegan muchas justificaciones distintas con tal de poder seguir haciendo lo mismo de siempre. Incluso hay quien critica con furia y desprecio lo nuevo sin conocerlo. Se rechaza de entrada todo lo nuevo para proteger lo ya conocido, pero lo que está en juego no está en la dialéctica malo-bueno, sino que es del orden de lo seguro-inseguro: me quedo con lo malo porque ahí sé cómo desenvolverme, aunque sea malo.
Lo único que fue seguro alguna vez es esa relación de dependencia que tuvimos con la madre, dónde éramos colmados al menor indicio, relación que pasará al recuerdo como algo idílico e irrepetible. Una vez que se rompe esa célula madre-hijo se abandona esa certidumbre y ya todo es incertidumbre, que no hay que asociarlo a ningún sentido negativo, no es un drama, no es una impotencia. Es así. Abocados al devenir cronológico, y empujados por una fuerza vital sin nuestro permiso, no nos queda más que desarrollar un gusto por lo nuevo y lo imprevisto. ¡Estamos vivos! Hagamos todo lo que haga falta para tener una buena experiencia vital.

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