Coral Castronuño, malagueña nacida en 1958, está acostumbrada a organizar colectivos. No en vano se crió en el seno de una familia numerosa. Después de vivir en Málaga capital y en las Las Palmas, acabó en Calahonda por pura casualidad. Más tarde, asumió la dirección de la EUC, por lo que ha vivido en primera línea buena parte de la historia de esta urbanización.
A veces, echo la vista y me parece imposible que hayamos llegado hasta donde estamos con los medios que teníamosDiplomada en Empresariales por la Universidad de Málaga, Coral Castronuño trabajó en la Agencia Tributaria de Las Palmas y en la Consejería del Gobierno canario antes de instalarse nuevamente en la provincia de Málaga. Buscando casa, descubrió la urbanización Sitio de Calahonda. Aunque al principio no estaba segura de haber hecho una buena compra, pronto se convirtió en una persona esencial en su organización, hasta el punto de que lleva siendo presidenta de la EUC desde 1999. Casada y con dos hijos, compagina su intensa actividad al frente de Calahonda con su presencia en otros colectivos como Cáritas.
Mijas Semanal. ¿Cómo llegó a Calahonda?
Coral Castronuño. Llegué de pura suerte. Volvimos a Málaga en torno al año 86 tras haber pasado una temporada en Las Palmas de Gran Canaria y nos pusimos a buscar una casa que estuviese cerca del trabajo de mi marido, en Fuengirola. En aquel entonces, la carretera era horrible, había accidentes todos los días y se tardaba una eternidad. Aunque parezca mentira, comprar una casa en Calahonda era
más barato que hacerlo en Fuengirola, así que nos decidimos.
MS. ¿Cómo fue la adaptación?
CC. Siendo sincera, los primeros tres años fueron bastante duros. Yo estaba acostumbrada a vivir en una ciudad, a ver gente por las calles. Allí, no se veía a nadie y casi todo el mundo hablaba inglés. Me sentía una extraña en mi tierra. Llamaba a mi madre llorando y diciendo que había cometido un gran error. Después, empecé a conocer gente y fuimos encontrando nuestro lugar.
MS. El inglés al principio fue un hándicap...
CC. Yo soy de la generación que estudió francés, así que no tenía ni idea de inglés y, al principio, la mayoría de los vecinos eran extranjeros. Recuerdo una anécdota que no se me olvidará nunca. Fui a hablar de un asunto con el que era presidente de la comunidad, él era extranjero y no sabía castellano. Cuando llegué, me dijo que yo necesitaba un traductor. El comentario no me gustó y le contesté que el que necesitaba traductor era él, ya que yo estaba en mi país. No contento con eso, me respondió que él estaba en Gibraltar. Así que tiré los papeles que llevaba en su mesa y me fui. Afortunadamente, no todas las relaciones con mis vecinos extranjeros han sido así [risas]. De hecho, con el tiempo aprendí inglés. Ahora, eso sí, una de las primeras cosas que hice al llegar a la presidencia de la EUC fue establecer que todos los documentos oficiales estuviesen redactados en castellano y traducidos al inglés, cuando fuese necesario, por cortesía con nuestros vecinos.
MS. ¿Cómo llegó a la EUC?
CC. Juan de Orbaneja y mi marido tenían relación profesional, por lo que le propuso formar parte de la junta directiva. Mi esposo dijo que quien valía para eso era yo. Tuve una reunión con ellos y dijeron que como era una mujer podía hacer de secretaria. Yo dije que, viniendo de crear y llevar la oficina de control presupuestario de la Consejería de Hacienda del Gobierno de Canarias sería más útil como tesorera y así fue.
MS. Y de ahí a la presidencia...
CC. Entré como tesorera en 1997 y, a los dos años, me propusieron presentarme para presidenta. En aquel entonces, Jorge Mata estaba al frente de la urbanización, pero se fue para dedicarse a la política. Los miembros de la junta directiva me convencieron para que me presentase, y aquí estoy desde el 99. De hecho, tuvieron que cambiar los estatutos, porque había un tiempo máximo.
MS. ¿Cómo han sido estos años?
CC. Intensos pero muy positivos. Hay un ambiente de trabajo muy sano y eso te motiva. Con respecto a mis ocupaciones, no me gusta encasillarme por ser la presidenta. Hago de todo, desde organizar las fiestas infantiles y los eventos, hasta ayudar a los vecinos en temas personales.
MS. El año pasado vivieron momentos muy difíciles...
CC. El gran incendio de la Costa del Sol nos tuvo en jaque. Tuvimos que abrir la iglesia para que la gente se refugiara allí y nos pasamos toda la noche sin dormir. Además, todos los vecinos estaban pendientes de mi cara cuando me llamaban del Ayuntamiento o de los servicios de emergencia y, aunque me estuviesen diciendo cosas horribles, tenía que mantener la compostura para que no cundiese el pánico. Hubo personas con problemas respiratorios, ataques de ansiedad, se quemaron coches... Fue una noche espantosa.
MS. Afortunadamente, tenían los deberes hechos...
CC. Así es. No podemos evitar lo que pasa fuera, pero podemos reducir riesgos. Tenemos nuestro propio plan de incendios, red de hidrantes, protocolo de evacuaciones, limpiamos las zonas verdes, las copas de los pinos... Tenemos 600.000m2 de zonas verdes y hay que protegerlas.
MS. Uno de sus grandes caballos de batalla ha sido la relación con el Ayuntamiento...
CC. La cosa ha mejorado mucho en los dos últimos años con Ángel Nozal. Hay más policía, se ocupan de la señalización viaria con pintura y de las de tráfico, pagan el alumbrado público... pero siempre hemos sido las olvidadas. Aún recuerdo las palabras de un político que decía que “a las urbanizaciones ni agua, que la quieren para llenar las piscinas”.
MS. ¿Qué balance hace de vivir en Calahonda?
CC. Creo que me ha aportado mucho, tanto a mí como a mi familia. Convivir con personas de muchas nacionalidades te enriquece. Tener acceso a sus bares, a sus supermercados... Mis hijos han tenido una infancia muy parecida a la mía, jugando en la calle, con las bicicletas. Además, tenemos una casa que en otro sitio, por precio, hubiera sido imposible, y mucha tranquilidad.
"Siempre he procurado que la voz de Calahonda se oiga en el municipio. Nuestra organización tiene mucho peso. Es la más grande"MS. ¿Cómo será Calahonda dentro de otros 50 años?
CC. Espero que siga pareciéndose a lo que vemos hoy. Ahora, estamos atravesando un buen momento. Están viniendo muchas familias españolas y eso le está imprimiendo más carácter.
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