Llegó al Juncal tras jubilarse, en 1990. Su actitud, abierta y comprometida con los suyos, le llevó rápidamente a granjearse el respecto de todos sus vecinos, el reconocimiento de sus nuevos amigos y el cariño de los niños del barrio, por quienes ostenta el apelativo de ‘abuelo de El Juncal’.A sus 86 años, José Ruiz Navas sigue paseando cada mañana por las calles de su manzana, descansando en los bancos del parque María de Zayas y Sotomayor, en los rincones de un lugar por el que sigue luchando con el mismo coraje que el primer día que pisó Mijas.
“Aquí [señala junto al pozo] pusimos una vez 40 rosales”, dice José mientras paseamos por el parque, “había un seto, no una valla como ahora, al final, recuerdo que yo sembré 30 y los niños 10, pero fue muy bonito porque todos participaron”. Pero a José le cuesta esconder su desencanto, las cosas, después de tanto esfuerzo por comprometer a los vecinos con el cuidado del barrio, no funcionan como a él le gustaría. “Está todo pisoteado”, afirma descontento, “aquí, el lema para algunos es romperlo y destrozarlo todo, no se dan cuenta de que esto es un parque público que le cuesta mucho dinero al pueblo de Mijas, dinero que pagamos con nuestros impuestos”.
Dentro de las zonas verdes existen jardineras levantadas con piedras rústicas, algunas de esas piedras han sido movidas y ahora aplastan las flores en un claro acto de vandalismo. “Se burlan y se ríen de las normas, que están en una placa para recordarlo”, añade Ruiz Navas, para quien “no hay derecho a que se planten flores y vengan a romperlas, eso no es de un pueblo civilizado”.
“El lema para algunos es romperlo y destrozarlo todo, no se dan cuenta de que esto es un parque público que le cuesta mucho dinero al pueblo de Mijas”El parque de María de Zayas y Sotomayor, o parque de El Juncal, fue remodelado por última vez hace tan solo tres años, el 29 de mayo de 2010 se volvía a inaugurar tras una inversión municipal que superó los 120.000 euros. Se trata de un esfuerzo económico que viene a sumarse a la labor continua para mantener en perfectas condiciones esta área de 1.600 metros cuadrados, una zona que cuida “un equipo de tres jardineros muy buenos, el encargado es un gran especialista de las plantas y la construcción, un gran profesional siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesita”, apunta José. Seguidamente, hace referencia a un problema que reside más en la actitud de los usuarios que en la capacidad de arreglar los destrozos, ya que “algunas madres y padres no son conscientes del daño que están haciendo sus hijos cuando vienen a jugar, deberían vigilarlos para que no entren en las zonas valladas”. “Es lastimoso decir esto, pero o nos aplican la ley o, muchos, no somos capaces de ser ni medio ciudadanos. Mira los contenedores como están, ni un papel en el suelo, ¿por qué?, porque han dicho que estas son las normas y que tenemos que aceptarlas. ¿Ves el lugar de los contenedores? [señala a la calle frente al parque], antes era un estercolero y ahora está muy limpio”, esgrime Ruiz.
Pero no es una batalla perdida, a pesar de que siga siendo un trabajo en el que todos debemos implicarnos como vecinos. “Hay pueblos y ciudades con todos sus monumentos restaurados, sus calles llenas de flores y no hay quien se agache a arrancar una. Ciudades en las que hay niños como en esta, como en cualquier rincón de España”. “Si desde chiquititos no educamos a nuestros hijos y los dejamos que hagan lo que quieran, esto es lo que tenemos”, concluye José, de quien nos despedimos tras nuestro paseo, no sin antes desearle, que siga siendo un ejemplo de coraje y compromiso ciudadano para todos.
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