A las puertas de recibir al nuevo año, cuando las luces y los adornos iluminan las calles y las mesas se llenan de comida, escuchar a nuestros mayores es parar, por un momento, el frenético ritmo de estos días de Navidad. Ellos vivieron unas fiestas muy distintas a las nuestras: sin regalos, sin abundancia, muchas veces sin siquiera celebrarlo. Para la gran mayoría, fueron fiestas cargadas de sacrificio, humildad, familia y sencillez. Estas son las historias de algunos vecinos de Mijas que recuerdan cómo fueron aquellas Navidades pasadas.

- Así era la Cabalgata de Reyes de la Mijas de los años 80.
- FOTO CEDIDA POR SALVADOR PULPILLO, VECINO DE MIJAS
María Jesús Torres recuerda su infancia con una mezcla de tristeza y gratitud. “Antiguamente, por desgracia, no había Navidad”, explica. En su casa no existían los Reyes Magos ni los regalos. Su madre era costurera y su padre albañil, y lo poco que había se repartía con mucho sacrificio. “Yo lo sufría por mi madre, pero nunca decía: yo quiero esto o aquello, ni mis hermanos tampoco”. La escasez acompañaba a ella y a su familia a diario, también en diciembre. Apenas algún dulce puntual, como aquella cajita de mantecados que su madre compró una vez. Y aunque mira atrás para recordarnos lo que fue, ahora disfruta de sus nietas, de su familia entera, de “un puchero caliente” y de la tranquilidad de haber salido adelante. Para María Jesús, “antes las fiestas eran más humildes, ahora gracias a Dios tenemos más”.
Otro vecino, José María Martínez, coincide en que, pese a la pobreza, había algo que no faltaba: la unidad familiar. “Antes las Navidades eran más humildes y con menos recursos, pero había más unión”, recuerda. En su casa, la celebración consistía en “matar un pollo y comerlo frito con papas”. No había turrón ni jamón; su padre era zapatero y el dinero no alcanzaba para más. En Nochebuena, “salimos a la calle con zambombas y sonajas hechas a mano con latas de atún, chapas y botellas, cantando villancicos de casa en casa para socializar con los vecinos”. Hoy, José María vive “solo pero feliz”.
Para Pedro Aguilera, el recuerdo es algo más duro. “Era una época de hambre, no había otra cosa en este país”, afirma. Desde niño trabajó en la montaña, cogiendo esparto, vendiendo piñas y ayudando en casa desde los 8 años. La Navidad no se diferenciaba del resto del año porque no había dinero para hacerlo: “No teníamos nada”. Según Pedro, los Reyes Magos existían “solo para los ricos; los pobres no recibíamos nada”. Hoy, la realidad es completamente distinta: tiene cuatro hijos, nietos, una familia unida y todo lo necesario para disfrutar, ahora sí, de la Navidad. Y su mejor regalo es “estar todos juntos”.
Unas navidades en Suecia
Marcada por el frío del norte de Europa, María Cecilia Moreno aporta una perspectiva diferente. Sus recuerdos navideños viajan hasta Suecia, donde la Navidad solo se vive con Papá Noel en lugar de los Reyes Magos. Allí, con temperaturas de hasta 32 grados bajo cero, recuerda María Cecilia, la esencia era la misma que aquí: la familia reunida. “Aquí es totalmente diferente el clima, pero las Navidades se pasan igual, en familia, todos juntos”, resume.
Su primo, José Antonio Moreno, nacido en Málaga pero criado en Suecia, ha bajado este año desde el país nórdico para pasar las Navidades con su familia española. Él también recuerda unas Navidades muy distintas a las nuestras. En el norte, explica, “la celebración es más materialista, con gran importancia de los regalos y menos peso de la fe”. Aun así, guarda un buen recuerdo de las fiestas con su familia.
Como ven, las Navidades pasadas nos dejan historias distintas pero con un mismo denominador común: el recuerdo de unas fiestas sencillas. Porque, aunque hoy haya más luces, más regalos y más comida en la mesa, nuestros mayores nos recuerdan que lo esencial siempre fue lo mismo: la familia.
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