Desde Portland (Oregón) regresan cinco años después de su aclamadísimo ‘Night Drive’, la formación Chromatics, el trío capitaneado desde la producción por Johnny Jewel (fundador del sello Italian do it better y miembro de Glass Candy).
El grupo norteamericano reaparece con una propuesta orientada en sus primeros compases hacia el pop dance con tintes de dark wave, sonidos que, en algunas ocasiones, emulan a The Cure y en otras portan el espíritu de Angelo Badalamendi.
El álbum cuenta con dos partes bien diferenciadas: una primera, dominada por composiciones que bien podrían encuadrarse en la movida indie dance, y otra más oscura centrada en ambientes cinemáticos. Una faceta presente en la trayectoria de Chromatics que no ha llegado a buen puerto después del rechazo sufrido con la banda sonora para la película ‘Drive’.
Chromatics abre el repertorio sonoro de su cuarto disco de estudio con ‘Into the black’, una versión espectacular de la canción de Neil Young ‘Hey hey, my my’. Le sigue Kill for love’, uno de los cortes más preciados de este larga duración junto a ‘Back from the grave’, ‘The page’, ‘Lady’, ‘Candy’ y ‘These streets will never look the same’.
El otro lado del álbum lo componen los temas instrumentales, una colección de cuatro sinfonías urbanas que cuenta con piezas tan destacables como ‘The eleventh hour’ y ‘Broken mirrors’, un trabajo con claras reminiscencias a ‘Tick of the clock’, recogida en su anterior disco.
El álbum resulta excesivamente largo. Sus 17 tracks bien podían haberlos reducido a diez y nadie les hubiera protestado. De esta forma, hubieran reducido los noventa minutos de su metraje que están más en consonancia con una ópera que con un disco de música pop. A pesar de todo, ‘Kill for love’ es un trabajo extraordinario con grandes canciones en su haber.
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