Hoy en día poco tiene que ver la educación de los hijos o los escolares con la que aplicaban nuestros padres o maestros. La sociedad avanza hacia un modelo basado en relaciones democráticas, en las que entender a esas personas que en ocasiones nos sacan de quicio. “Empecé a trabajar con familias ya que me interesaban mucho los problemas de conducta y emocionales de los niños; entonces me di cuenta de que, a pesar de decirles a los padres cómo abordar las situaciones, estos no conseguían reconducirlas, se estresaban y perdían los nervios”, explica Pilar Andújar, psicóloga. “Los padres adoran a sus hijos pero se quedaban sin herramientas, no era suficiente con lo que hablábamos en consulta”, prosigue. Y buscando alternativas en el campo de la intervención infantil y juvenil, Andújar se dio de bruces con la disciplina positiva.
Un nuevo modelo
El modelo educativo de disciplina positiva está basado en la obra de los psiquiatras Alfred Adler y Rudolf Dreikurs. Adler introdujo por primera vez los talleres para padres y profesores en Viena en 1920. Su método se basaba en formar y apoyar a los educadores para mejorar la sociedad a través de la educación y por primera vez presenta la educación como una acción colaborativa entre padres, profesores, psicopedagogos y demás miembros de la comunidad educativa.
Adler defendió un trato respetuoso a niños y adolescentes, pero advirtió del peligro de caer en la permisividad y ausencia de límites. Este camino fue completado por su discípulo, el doctor Dreikurs, en Estados Unidos. Él acuñó el término educación democrática, alejándose del modelo autoritario de la época para alcanzar resultados más sólidos a largo plazo. Pasaron décadas hasta que en los años ochenta hubo un nuevo impulso con el manual sobre educación para padres titulado ‘Disciplina positiva’, de Jane Nelsen y Lynn Lott.
En Mijas
Pilar Andújar está encabezando este movimiento de disciplina positiva en Mijas, transmitiendo las bondades de un nuevo tipo de educación basado en la conexión de la firmeza y la amabilidad. “Mi papel es el de mediadora entre todas las partes implicadas, padres, hijos, profesores, etc.”, señala. La psicóloga afirma que el principal problema radica en la comunicación: “No se escuchan unos a otros, los padres lanzan mensajes repetitivos y los hijos dejan de escuchar o demuestran su poder llamando la atención, llegando a situaciones en preadolescentes o adolescentes que están en permanente enfado con sus padres, a los que miran con desprecio”. Sin embargo, no es la única casuística.
“Otro caso bastante complicado es el de los niños que no tienen ninguna autoestima y se consideran menos que los demás”, añade. Andújar subraya que es “más fácil tratar a edades más tempranas”, pero recalca que “cada edad tiene sus peculiaridades, mientras los pequeños se dan cuenta cuando no hacen las cosas bien, a los más mayores hay que guiarles y plantearles las cuestiones”. Lo ideal, afirma la psicóloga, es que ambas partes sean conscientes de que “somos seres humanos que vivimos en sociedad y debemos entendernos, que nadie es perfecto y que la vida es aprender y disfrutarla a pesar de que las cosas no sean perfectas”.
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