La de Laia y Mulán es una historia casi de película. Y es que la fiel labradora ha pasado de ser una perra con hongos y parásitos que iba a ser llevada a la perrera a ser una doctora a cuatro patas que vela continuamente por la pequeña y avisa a sus padres con ladridos cuando sufre uno de sus ataques de epilepsia. Es más, el vínculo desarrollado entre ambas es tan grande que la perra también alerta a la familia ante una bajada o subida de azúcar de la niña o cualquier otro síntoma que tenga.
Con apenas medio año de vida, Laia comenzó a presentar falta de fuerza muscular. Luego apareció la hipoglucemia, un pequeño problema de corazón, un crecimiento más lento del habitual y, por último, la epilepsia. Su cuadro clínico, catalogado por ahora como síndrome raro, está en estudio. Y precisamente, mientras estudiaban su caso en Barcelona, hizo terapia canina. “Decidimos tener la ayuda de un perro y nos estuvimos informando hasta que encontramos a K9”, explicó Soledad Sánchez, la madre de la pequeña Laia Rodríguez.
“A Mulán la iban a llevar a la perrera. Estaba mal, con hongos y muchos parásitos y nos dio pena. En vez de comprar un perro, la rescatamos y nos ha devuelto el favor con creces”.
Mulán fue adoptada con tres meses y con seis pasó a manos del monitor de K9 Málaga, Manuel Melero. “Cuando la vio nos dijo que iba a ser un caso dificilillo porque Mulán es tozuda, pero él la ha cogido con mucho cariño y la ha moldeado a sus necesidades”, explicó Soledad.
Acción altruista
La labradora ha pasado de ser una perra que iba a ser llevada a la perrera a ser el ángel de la guarda de Laia Cuando en K9 Málaga, una empresa de Torremolinos de adiestramiento canino, supieron la historia de Laia y la situación económica de sus padres, actualmente ambos en desempleo, no dudaron en hacer el trabajo de forma desinteresada. “Le dijimos que teníamos que probar la perra y que teníamos que hacer una evaluación del animal para ver si era apto o no y fue cuando me dijo que tenía una labradora retriever y que no podía permitirse el lujo de comprar otra. Hablé con la directora y le propuse que hiciéramos esto gratis porque no se iban a poder permitir el lujo de pagar este trabajo de seis meses”, relató Manuel.
“Soledad pidió a la directora que cuando a la niña le diera una crisis de epilepsia, que era lo más peligroso para ella, la perra avisara cuando cayera al suelo”, explicó el monitor de K9, quien se hizo cargo de adiestrar a la labradora. “Estuve investigando y vi que había unas sustancias químicas que se liberan con las crisis de epilepsia y que algunos perros detectan esas subidas y bajadas de esas sustancias”, añadió Manuel. Así fue como Mulán, con seis meses, dejó la casa de la familia Rodríguez y estuvo medio año con K9 Málaga. “La perra era un poco tímida y le daba un poco de miedo los ruidos, pero al final vimos que tenía condiciones”, explicó Manuel, que entrenó a la perra con ropa de Laia tras haberle dado una crisis y ropa de Laia sin crisis y también con la propia Laia, quien premiaba a la perra con comida cuando lograba sus objetivos: el primero, que ladrara cuando ella cayera al suelo y, el segundo, que detectara las sustancias que cambian en el cuerpo cuando se produce un ataque de epilepsia.
Siempre en alerta
Mulán lleva sos meses con la pequeña Laia, que ha cumplido cinco años, y ya ha avisado con ladridos a sus padres cuando ha tenido una crisis. “Le pilló sentada, por lo que no se cayó al suelo, pero la perra nos avisó”, aseguró Soledad. El vínculo que se ha formado entre ambas es tan grande que la labradora no solo detecta estos ataques de epilepsia, sino también sus bajadas de azúcar o cualquier otra alteración que sufra Laia. “La perra suele dormir a mi lado, pero cuando pasa algo con el azúcar empieza a dar vueltas de un dormitorio a otro y ya sabemos que hay que tomarle el azúcar o que algo le está pasando”, explicó Soledad. Y es que Mulán, más que una perra es ya el ángel de la guarda de Laia.
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