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Sábado 04/05/2024

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Unidos en el recuerdo

Muerte y desolación, un interminable reguero de preguntas y llantos sin respuesta, vidas inocentes segadas por la maldad.

Muerte y desolación, un interminable reguero de preguntas y llantos sin respuesta, vidas inocentes segadas por la maldad. Esta semana se ha cumplido una década de los atentados del 11-M, que se saldaron con 192 muertes, 1.991 heridos y miles de historias personales mutiladas e inacabadas.

Entonces estábamos invadidos por las dudas de lo ocurrido y tardamos en darnos cuenta de que el mal no necesita motivaciones ni causas para actuar, a veces, enredarnos en buscarlas solo nos lleva al enfrentamiento entre los demócratas. Sí es imprescindible hacer justicia y no tirar la toalla en la persecución de la verdad de los hechos. Permanecer unidos y no olvidar a las víctimas no debería ser una opción, sino una obligación moral que salvaguarde la memoria de los que ya no están.

“Esta semana se ha cumplido una década de los atentados del 11-M, que se saldaron con 192 muertes, 1.991 heridos y miles de historias personales mutiladas”De los 18 condenados por los atentados de Atocha, cuatro están ya en la calle, aquellos sobre los que pesaban las penas más leves: a Nasredine Bousbaa y Mahmoud Slimane les castigaron con dos años por falsificación de documento, mientras que los asturianos Antonio Iván Reis y Sergio Álvarez cumplieron tres por transporte de explosivos. El próximo domingo, 16 de marzo, volverá a la calle, tras pasar 3.650 días en la prisión del Puerto de Santa María, Rafa Zohuier, condenado por servir de enlace entre los ladrones de dinamita de la mina Conchita y los islamistas que provocaron la matanza. Entre los casi veinte condenados solo hay uno que lo sea como autor material de la masacre.

Estábamos acostumbrados a los tiros en la nuca de ETA pero esto fue demasiado duro para todos. España se estremeció y no se acobardó ante la amenaza de los radicales yihadistas. Es así como debe ser, porque la lucha contra el terrorismo global de Al Qaeda no ha terminado y es una guerra terriblemente compleja. No en vano, tras la muerte de Osama bin Laden, su sucesor, el egipcio Ayman Al Zawahiri, proclamó la amenaza ya conocida de “limpiar el Magreb musulmán de los hijos de España [Ceuta y Melilla]”. La Policía permanece en alerta roja, y es que la posibilidad de un nuevo golpe yihadista es real. España, pues, parece que tendrá que vivir siempre con esta pesadilla.

Por primera vez desde 2007, las asociaciones de víctimas del terrorismo se han unido en un acto conjunto para recordar las vidas decapitadas por los asesinos. Ojalá que este décimo aniversario sea el comienzo de la reconciliación, de la unión de algo que jamás debió romperse. España debe superar sus heridas y cicatrices, aquellos ríos de resentimiento que solo causan división y debilidad. No podemos ser nuestro propio enemigo, para crecer como país hay que cambiar estructuras mentales que no ayudan en nada a la unión emocional de los ciudadanos, y a esa identidad que permite a las naciones competir y sortear los problemas desde un espíritu colaborativo.

“La unión de los españoles, de los partidos y de su sociedad civil, en momentos drámaticos y en cuestiones de Estado, nos ayudará a enfrentar los retos que tenemos que encarar, que son muchos y difíciles”A tres días de los atentados, se celebraron unas elecciones generales, y el interés partidista, en algunos momentos, se dejó notar con demasiada fuerza. Las víctimas se organizaron en asociaciones separadas y enfrentadas y, con todo ello, dimos mal ejemplo. El 11-S unió al pueblo de los Estados Unidos pero el 11-M destapó en toda su crudeza una de las peores lacras de nuestro país: la falta de unidad ante la adversidad común. La unión de los españoles, de los partidos y de su sociedad civil, en momentos dramáticos y en cuestiones de Estado, nos ayudará a enfrentar los retos que tenemos que encarar, que son muchos y difíciles.  

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