Sorprende de cuando en vez, la desarticulación de bandas mafiosas que eligen urbanizaciones del litoral mediterráneo al cobijo de la dispersión de miles de viviendas, comunidades y complejos, para camuflar su presencia, establecer una base de operaciones y, de paso, vivir en enclaves privilegiados.Pero por mucha sorpresa que produzca entre los propios residentes, ignorantes de que sus educados vecinos eran aquellos a los que la Policía acaban de detener acusados de todo un catálogo de delitos, es harto corriente que esto ocurra. Mijas no es una excepción, sus ciento cincuenta urbanizaciones son escondites deseados para estas mafias que ven en ellas un lugar idóneo para operar y no llamar demasiado la atención.
Los recientes acontecimientos vividos en Mijas han sido un desgraciado testimonio de este nefasto fenómeno. Hasta Riviera del Sol, un enclave con solera, recalaron nueve de los miembros de la banda de ‘los Perlas’ huyendo del atroz crimen cometido en la barriada sevillana de las Tres Mil Viviendas, tras un ajuste de cuentas con otra banda rival, ‘Los Mariano’. Una bala, perdida o no, que ha arrebatado la vida inocente de una niña de 7 años, herido a sus progenitores y destrozado a toda una familia.
A renglón seguido se desarticula una red dedicada a la explotación sexual de mujeres. Los proxenetas de origen rumano, dominicanos y venezolanos, además de otros puntos, establecieron en Mijas una villa de lujo para “clientes selectos”, además de secuestrar a mujeres, se entretienen en desvalijar cajeros automáticos. Otros perlas.
“Hay que ponérselo difícil al delito, si no queremos que los delincuentes nos lo pongan insostenible a los ciudadanos”Cinco ciudadanos marroquíes son detenidos con 170 kilos de hachís en una vivienda de seguridad donde preparaban los fardos, que introducían en coches con bajos fondos y distribuían por Europa.
Un ciudadano británico, reclamado desde el Reino Unido, es detenido en Calahonda por delitos de agresión sexual, algunos contra menores… Más perlas, ¡ya casi tenemos el collar!
Las ágiles actuaciones policiales en los casos anteriores más el suceso vivido el jueves 29 de agosto, cuando una falsa alarma en una entidad bancaria de La Cala provocó una más que eficaz reacción de la Guardia Civil y Policía Local, nos tranquiliza en buena parte.
Está más que justificada la preocupación y la urgente adopción de medidas, no solo puntuales, como el debido celo de vecinos, presidentes de comunidades y administradores, en cuanto a alertar a las autoridades ante la presencia de ciudadanos con comportamientos sospechosos, sino generales de la administración: el control fiscal de las viviendas en cuanto al alquiler y ocupación máxima. La identificación, a efectos policiales, al igual que se hace en establecimientos turísticos convencionales, de esas personas, ajenas a la propiedad, que hacen uso de viviendas particulares o en alquiler.
Hay que ponérselo difícil al delito, si no queremos que los delincuentes nos lo pongan insostenible a los ciudadanos. Las perlas solo deben ser criadas por las ostras, no por la pasividad de las personas de bien que conforman la inmensa mayoría de la sociedad, ni por las administraciones que tienen que velar por nuestra seguridad.
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