El Ayuntamiento de Mijas ha dado esta semana un claro ejemplo de cómo deben proceder las instituciones ante los problemas derivados de la crisis y del desencanto ciudadano surgido del mal ejemplo que ofrece parte de la clase política de nuestro país.
Las penurias económicas, el paro y una opinión pública cada vez más descreída obligan a los gobiernos a dar la talla más que nunca. En el caso de Mijas, en los últimos días, se han conocido noticias de indudable valor que ayudarán a relajar la soga de la crisis y a inyectar confianza en la sociedad.
Esta semana nos ha dejado noticias alentadoras. Por ejemplo, el Consistorio ha adjudicado a la cadena de supermercados Supersol un contrato por valor de 80.000 euros para la compra de 18.000 kilos de alimentos y de productos de primera necesidad, que serán distribuidos entre las familias más necesitadas.
Mijas se ha convertido, de este modo, en el único ayuntamiento de España en incluir en sus presupuestos una partida específica para este fin. Cruz Roja y Cáritas, que atienden actualmente a 1.150 familias, serán las organizaciones encargadas de realizar el reparto.
A esta iniciativa, hay que sumar los 120.000 euros reservados para las 36 asociaciones y colectivos declarados de Utilidad Pública, los 50.000 euros aprobados para la compra de material escolar y los 5.800 que se destinarán al servicio de autobús que sube a Mijas Pueblo a los alumnos que participan en el programa ‘Conoce tu municipio’.
A estas cifras, se añaden los 10.000 euros que se emplearán en la compra de libros y DVD que vendrán a reforzar la oferta cultural de las bibliotecas.
¿Soluciona esto los problemas de los mijeños? Evidentemente, no. Pero sí son medidas que dan un empujón positivo y marcan la tendencia que necesita el municipio para levantar el vuelo.
Muestran el camino de la sensibilidad social que debe imperar en tiempos tan difíciles como los que vivimos desde hace cinco años.
Cubrir las necesidades más primarias con la compra de alimentos, imprimir energía en las asociaciones que desempeñan funciones sociales y ayudar a las familias en sus gastos educativos, forman parte de una hoja de ruta que bien harían en revisar otras administraciones.
Y, si desde el punto de vista material estas iniciativas son positivas, también adquieren relevancia en lo emocional. El ciudadano quiere y necesita ver que las instituciones funcionan, que sirven para algo y que solo una minoría de sus representantes cae en las redes de los casos de corrupción o en lamentables gestiones que despilfarran y dilapidan el dinero público.
En las encuestas del CIS, los políticos están hundidos en las puntuaciones que les otorgan los españoles y el funcionamiento de la democracia tampoco obtiene buenas calificaciones.
Estamos ante un caldo de cultivo de sabor amargo en el que solo prosperan la apatía, la indiferencia y el populismo intolerante. Este es el momento de demostrar que este desalentador panorama puede dar un giro de 180 grados.
Solucionar los problemas de los ciudadanos, por pequeños que estos parezcan, es la mejor manera de hacer más llevadero el día a día de la crisis y de acercarnos, con paso firme, a la luz que se atisba al final de este largo túnel.
Mijas lo está haciendo gracias a su tesoro más valioso: el esfuerzo y trabajo de los mijeños.
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