Ya ha acabado el curso para todos. Infantil, primaria, secundaria, bachiller, y otras enseñanzas. Para los chicos de 2º de bachiller no sólo se trataba de acabar el curso, ellos han tenido que tomar una decisión, quizá la más importante que han tenido que tomar en toda su experiencia vital: seguir estudiando o trabajar, hacer un módulo o ir a la universidad, en definitiva “¿qué quiero hacer en la vida?”. 

Esta es una decisión para la que no todo el mundo está preparado. Autoexigencia, la falta de valores como el esfuerzo y la dedicación, y la falta de apoyo entre otros factores, favorecen la aparición de la indecisión.

Lo cierto es que todos los estudiantes no son iguales, no se pueden reducir a un grupo homogéneo. Estamos muy acostumbrados a hablar de una forma que tiende a estandarizar: “los estudiantes”, “los jóvenes”, “los adolescentes”. Hay tantos casos como estudiantes, y cada uno lo vive de una manera particular, cada uno con su punto de originalidad.

Lo que quizá pueda ser común a todos es que para crecer tendrán que abandonar los prejuicios que tienen sobre ellos mismos y sobre el mundo. En este momento de la vida, muchos padres sencillamente acompañan a sus hijos en el proceso.

Pero hay otros padres que se ponen muy nerviosos, les presionan y recriminan, además mediatizados por la crisis, les insisten en elegir una carrera que garantice su futuro, anteponiéndolo a los gustos personales.

Consideran que no elegir bien es un fracaso y una perdida de tiempo, pero habría que tener en cuenta que un tiempo vacío puede servir para llenarlo de algo, de muchas experiencias importantes e interesantes, por lo tanto puede resultar muy conveniente. Decisiones, cambios, para muchos esto es un reto difícil de procesar.

Pero es que la vida no es cualquier cosa. “La vida es el camino que hemos hecho y cómo queremos continuar haciéndolo. Porque eso que llamamos futuro nos lo ganamos cada día”.  

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