Gusta a la prensa cada cierto tiempo anunciarnos el número de matrimonios rotos en España. En 2012 se rompía un matrimonio cada 4 minutos, 349 rupturas cada día. Esta cifra supone un incremento respecto al año anterior. Esta noticia, en principio meramente informativa, nos abre las puertas a una reflexión.
¿Por qué hay tantas separaciones? Pretender que sean causa de la vida moderna, por el estrés o por la crisis, es una excusa fácil a la vez que vacía. A veces llega la separación porque el amor se acaba, a veces porque el otro cobra un carácter insoportable o tiene conductas intolerable incluso llegando a constituir un problema psicológico. Otras veces la verdadera causa que provoca la separación permanece camuflada para el propio sujeto, y necesitaría de la escucha de un psicoanalista para desenmascarar esa verdad.
¿Se salvarían más matrimonios si se practicara más la terapia de pareja? Sin duda se salvarían más, pero hay que tener presente que en ocasiones el divorcio es una solución.
En la vida, y en particular en práctica clínica, nos encontramos con personas que no consideran la separación como una solución posible a pesar de la insatisfacción experimentada: porque no son bastante fuertes para desafiar los prejuicios sociales, porque no experimentan el deseo de rehacer su vida o buscar una pareja mejor; porque su libido les impulsa a gozar de ese malestar. Pero esto tiene un coste, “no quiero a mi pareja pero no me quiero separar”. Quien mantiene esta insatisfacción, ya sea por una decisión consciente o inconsciente, tiene altas probabilidades de contraer una neurosis. Con esta enfermedad, la persona en concreto se está defendiendo de esa insatisfacción y además puede llegar a ser hasta un instrumento de venganza contra esa pareja que no está a la altura. La lógica sería la siguiente: no hay lamentos sobre la pareja ni sobre el matrimonio, pero hay lamentos sobre la enfermedad. Además así el partener en estas circunstancias se ve obligado a proferir más respeto, mimos y caprichos.
Si está pensando en separarse asegúrese que es porque ya no le une nada a su pareja. Cuídese de que no sean sus propios padecimientos los que están entorpeciendo el éxito de la relación. Tómese su tiempo, y aclárese, consulte a un profesional si hace falta. En ocasiones separarse no es fruto de una decisión sino de una acción precipitada a modo de huida.
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