En Mijas se acaba de celebrar el Día de la Amistad con Suecia. Ha sido un acto que va más allá de la representación a través del folklore, la música, las degustaciones gastronómicas, la colocación de una placa conmemorativa en el Mural de Las Naciones o la rúbrica en el Libro de Honor, de la mano del cónsul Pedro Megías, curiosa y gratamente español. Es todo un gesto de confraternización entre dos pueblos que eligen libremente cohabitar en un mismo espacio de la forma más armoniosa posible.
El Mural de las Naciones tiene futuro, esta ha sido la primera placa de las muchas que vendrán y dejarán testimonio de gente de otras latitudes. En Mijas, además de mil suecos, encontramos residentes de hasta 120 nacionalidades. Y con todas ellas nos llevamos bien. Tal vez podría decirse que nuestro pueblo es como una Babel, pero horizontal, sin torres que quieran alcanzar el cielo ni confundir a sus moradores, por mucho que el idioma sea obstáculo, no así inconveniente.
Los hijos de estos residentes extranjeros, aquellos que sean nacidos en España, gozarán sin duda de un sentimiento de amor y enraizamiento con el país “materno” y con el que les ha visto nacer. Muchos serán rubios, de ojos claros, otros más tostaditos. Como factor común, verles enfundados en unos cuerpos que tal vez no se corresponden con el acento andaluz, pero sin lugar a dudas, se habrán criado y educado en el respeto a la pluralidad y la convivencia pacífica. Algunos serán bilingües, otros nos, pero ninguno sentirá complejo por este o aquel idioma ni por el mestizaje.
Podría decirse que Mijas es como una Babel, pero horizontal, sin torres que quieran alcanzar el cielo ni confundir a sus moradores por mucho que el idioma sea obstáculo, no así inconvenienteA diferencia de lo que está ocurriendo en Cataluña o el País Vasco, donde los hoy niños y jóvenes se han criado bajo un sistema escolar de base nacionalista, propiciatorio de la crispación con todo lo que huela a español, esos mismos jóvenes nacidos en municipios turísticos como el nuestro, ven el lado positivo del crisol de culturas, razas y nacionalidades que cohabitan en un mismo pueblo.
Artur Mas, y CiU en general hacen trampas en el póker. El nacionalismo lleva años educando desde las escuelas en el modelo separatista, como si los tiempos estuviesen para dividir en lugar de aunar. Ha sido un plan largamente elaborado y trabajado en ese sentido. Cambiar la mentalidad de los ciudadanos desde pequeñitos, alcanzar una mayoría absoluta desde el cambio generacional, alzar cada día un poquito de esa Torre de Babel que les haga rozar con las manos el cielo aún bajo riesgo de llegar a una profunda confusión generalizada.
Dicen los expertos en economía que sería muy malo para todos, perdería España y tal vez más aún Cataluña en caso de llevarse a cabo la improbable separación, pero desde luego sería desmembrar las numerosas familias que, por razones de emigración y enraizamiento con otras regiones, vean de repente que viven en un país “extranjero”.
Llegado el caso de constituirse un país llamado Cataluña, habría que proponer el camino inverso, como la creación de un Mural de las Naciones.
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