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Sábado 06/12/2025

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Buscando a la hija robada

Carmen Zambrana asegura ser una de las madres que sufrió en sus carnes el robo de recién nacidos que tuvo lugar en numerosos hospitales españoles durante el franquismo.

Carmen Zambrana asegura ser una de las madres que sufrió en sus carnes el robo de recién nacidos que tuvo lugar en numerosos hospitales españoles durante el franquismo. Cuarenta y cinco años después del nacimiento de su hija Juana, esta mijeña saca a la luz el caso, con la esperanza de volver a abrazar a la niña que, según su testimonio, le arrebataron de las manos aquel 20 de enero de 1966

Corría el año 1966 cuando, en un hospital de Málaga, concretamente a las 20:45 horas del día 17 de enero, venía al mundo Juana Sánchez Zambrana, la primera hija del matrimonio conformado por Carmen Zambrana y Manuel Sánchez, ambos naturales de Carratraca pero afincados en La Cala de Mijas. “Era una niña preciosa, muy sana, se veía que había nacido muy saludable”, así describe Carmen a su primogénita, con la que pasó tres días en el hospital, un tiempo que, por desgracia, no pudo alargarse más.

El día 20 estaba previsto que Carmen y su pequeña volvieran a casa tras recibir el alta pero lo ocurrido en la madrugada de ese día truncó todos sus planes. “Por la noche, una enfermera vino y se llevó a la niña al nido para que descansara. Más tarde, volvió y me dijo que la criatura había muerto. Yo me puse a gritar pidiendo que me dejaran verla, pero me lo negaron, me pusieron un calmante y me dijeron que a la niña se le había suministrado una vacuna en malas condiciones y que, al igual que ella, también habían fallecido otros recién nacidos”, rememora.

Tampoco a su marido, Manuel, que llegó al día siguiente dispuesto a recoger a su esposa y su hija, le permitieron en ningún momento ver el cadáver de la pequeña. Tan sólo le dijeron que el cuerpo de Juana ya estaba en el cementerio y que podía ir al día siguiente a enterrarla. Y así lo hizo. Sólo que, una vez en el camposanto, Manuel tan solo alcanzó a ver una caja negra precintada donde, le aseguraron, descansaba el cuerpo de su hija. Ni siquiera le permitieron verla. El empleado enterró el pequeño féretro en una fosa común, negándose al requerimiento de Manuel de llevarse el cuerpo de la niña para enterrarlo en Carratraca y argumentando que, en estos casos, el hospital se encargaba de todo.

Del momento del parto, Carmen no recuerda muchos detalles. Tan sólo que tuvo a su hija en la misma habitación donde estaba encamada y que la atendió una mujer que fue llamada por una limpiadora. Lo cierto es que a Carmen lo ocurrido aquella madrugada le despertó sospechas desde el principio. La falta de explicaciones del personal médico, la repentina muerte de una niña aparentemente sana, la negativa a dejarles ver el cuerpo de la pequeña... No obstante, las pruebas no eran claras y los tiempos difíciles para enfrentarse a la jerarquía. Así que a Carmen y a Manuel no les quedó más remedio que volver a su hogar, aunque en su fuero interno ella siempre supo que a su hija se la había robado algún médico.

Pasó  un año y las heridas comenzaron a sanar. Manuel decidió que ya era hora de que la pequeña Juana no figurara en el libro de familia, donde fue inscrita poco después de su nacimiento. Sin embargo, cual no sería su sorpresa al acudir al Registro Civil de Málaga y recibir la respuesta de que la niña no podía ser dada de baja porque era un feto, es decir, tenía menos de 24 horas de vida, cuando en realidad tenía tres días, y no existía, por tanto, constancia de su defunción. Así pasó el tiempo y Carmen dio a luz a su segunda hija, María del Carmen, esta vez en casa, ante el pánico que llegaron a despertarle los hospitales.

Posteriormente, nacieron José Manuel y Mónica, que vinieron al mundo en otros hospitales de Málaga en los que, pasado el tiempo, se han descubierto también numerosos casos de robos de recién nacidos. Paralelamente, a lo largo de los años, Manuel volvió a dirigirse al registro dispuesto a dar de baja a su primera hija en el libro de familia. Pero todas las intentonas fueron fallidas, siempre con el mismo argumento de la primera vez: Juana había muerto con menos de un día de vida y no existía certificado alguno de su fallecimiento. Una respuesta reiterada que no hacía sino acentuar en la cabeza de Carmen el convencimiento de que su hija había sido robada, algo que corroboró cuando hace unos meses comenzaron a hacerse públicos en toda España casos de recién nacidos separados de sus padres y vendidos a otras familias durante la dictadura franquista, todo un entramado de tráfico de niños que actuó de manera encubierta con la implicación de médicos, instituciones y autoridades eclesiásticas. 

No obstante, faltaba la pieza clave para que el matrimonio pudiera probar por fin el robo de su hija y presentar la denuncia correspondiente ante la Fiscalía de Málaga. Y, casualmente, la prueba apareció 45 años después del nacimiento de Juana, en febrero de este año cuando, al acudir una vez más al registro, Carmen recibió el documento, firmado por el médico que la atendió, que acreditaba el fallecimiento de la niña, eso sí, doce horas después de su nacimiento -cuando en realidad fue a los tres días-, y debido a una debilidad congénita y no a una vacuna, como se le dijo al matrimonio.

Efectivamente y ante las contradicciones e irregularidades en los certificados de defunción y enterramiento, donde las fechas que figuran no coinciden con la partida de nacimiento, Carmen y Manuel decidieron denunciar los hechos. Ahora, sólo esperan que la justicia siga su curso para esclarecer lo ocurrido aquella madrugada de febrero del 66 y, sobre todo, reunir a toda la familia, que hoy en día continúa echando de menos a Juana.

“No creemos demasiado en la eficacia de la Justicia”

Desde que tuvieron el convencimiento de que Juana había sido robada al nacer, la actividad de Carmen y sus hijas no ha cesado. Hace unos meses, viajaron a Madrid para poner su caso en conocimiento de la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (ANADIR); además, mantienen contacto habitual con la Asociación de Bebés Robados de Andalucía (ABEROA), que se encarga de asesorar y apoyar a los afectados por este tipo de supuestos. “Investigamos y difundimos públicamente casos de adopciones irregulares y vigilamos de cerca la acción de la justicia”, explica Isabel Agüera, presidenta del colectivo. En estos momentos, la asociación cuenta con 250 asociados en toda Andalucía, la mayoría de ellos en Málaga. ABEROA mantiene estrecho contacto con la Fiscalía y, actualmente, se encuentra a la espera de contar con un abogado y un procurador en cada provincia andaluza, que evite, sobre todo, el archivo de los casos. 

Tráfico de niños

Más de 850 supuestos casos en toda España, 69 solo en la provincia de Málaga, dan cuenta de la inmensa red de tráfico de niños que se tejió durante los últimos años del franquismo. Bebés sanos que morían en extrañas circunstancias, adopciones irregulares y alteraciones de partidas de nacimiento o defunción proliferaron entre las paredes de hospitales, conventos y casas de acogida de toda España, sin que, por ahora, haya ningún imputado, a pesar de que en la mayoría de las denuncias figuren las identidades de los implicados. En todo el país, las fiscalías investigan cada vez más casos de niños que aparecen inscritos como hijos biológicos de sus madres adoptivas, sin que éstas estuvieran nunca embarazadas ni dieran a luz.

Médicos, enfermeras, curas, monjas, comadronas y otros intermediarios tomaron parte en esta red de intercambio, en la que familias pudientes de la época pagaban grandes sumas de dinero por un bebé recién nacido. El modus operandi era bastante parecido: se le decía a la madre que el niño o niña había fallecido y siempre se le negaba ver al cadáver para ahorrarle el trauma. No obstante, nunca llegaban a tener en sus manos certificado de defunción alguno, como tampoco registro del cementerio, prueba irrefutable de la implicación de camposantos y funerarias. También la iglesia tuvo mucho que ver en esta trama. Muchas mujeres, la mayoría solteras y con pocos recursos económicos, eran obligadas por las monjas a dar a sus hijos en adopción, sin posibilidad de arrepentimiento.

El principal problema que se plantea en las investigaciones, no obstante, es que muchos de los delitos han prescrito o bien sus responsables ya han fallecido, de ahí que los casos se archiven, ante la indignación de muchas familias. En el caso de Carmen, sus hijas han podido acceder a través de Internet a la hemeroteca de diversos diarios de la época. Así, han certificado que el médico que atendió a su madre ya ha fallecido, aunque también han podido obtener información de interés que relaciona a dicho doctor con altas jerarquías eclesiásticas de la capital por aquellos años, así como con otros doctores implicados en casos ocurridos en otros puntos de la geografía española.

La justicia, no obstante, opera de manera lenta, algo que genera desconfianza en la familia Sánchez Zambrana. Según informa el fiscal jefe de la Fiscalía Provincial de Málaga, Antonio Morales, “de los 69 casos que han llegado a nuestras manos, tres ya están judicializados y se han comenzado las correspondientes investigaciones”. “No obstante, el proceso es lento, ya que se trata de hechos que ocurrieron hace décadas y la documentación va apareciendo poco a poco”, añade.

En cuanto al proceso que se sigue una vez que el afectado presenta la denuncia, comienza con la incoación de las diligencias de investigación; a continuación, se oficia tanto a la Policía como al archivo histórico municipal para que busquen algún registro. Sin embargo, depurar responsabilidades no es la principal aspiración de todos los que han denunciado estos casos. Aunque les gustaría que salieran a la luz los nombres de los culpables, la mayoría se conforma con esclarecer qué pasó en aquellos hospitales y dónde están aquellos niños que dieron por muertos.

Es también lo que quiere Carmen y así lo confiesa al final del relato de su historia. Poco a poco, guarda los documentos, papeles, recuerdos y fotografías que siempre la acompañan a cualquier puerta a donde va a tocar en busca de su hija y, con la mirada llena de ilusión, cuenta un curioso episodio que le sucedió hace años, cuando una vidente que nada sabía de su pasado, le vaticinó que tarde o temprano volvería a abrazar a su hija Juana. Con el convencimiento y la fe que guarda el corazón de una madre, Carmen sigue confiando, años después, en esas esperanzadoras palabras.

La familia Sánchez Zambrana confía en que Juana también les esté  buscando

Carmen y sus familiares ya han sido informados desde la Fiscalía de Málaga del seguimiento del caso de Juana. Sin embargo, todos coinciden en que encontrarla sería mucho más fácil “si ella misma supiera lo que pasó y se decidiera a buscarnos”. “Aparte de que tendrá otra identidad, quién sabe qué le han contado sobre nosotros. Ni siquiera sabemos si sabrá la verdad”, añaden. Durante todos estos años, Carmen ha estado convencida de que su hija mayor se encuentra en un punto entre Málaga y Marbella. “Era tan bonita cuando nació que estoy segura de que el médico se la dio a algún pariente”, afirma.

Además, la matriarca del clan Sánchez Zambrana intuye que Juana debe guardar bastante parecido con su segunda hija, María del Carmen, ya que ambas tenían los mismos rasgos cuando vinieron al mundo. “Nuestra hermana debe rondar los 1’74 de altura, con los ojos marrones, grandes. Si ha salido a nosotros, también debe tener el lóbulo de la oreja algo separado del rostro”, aseguran Mónica y María del Carmen, que añade: “Si me dejaran buscar en los archivos, estoy segura de que encontraría a mi hermana”.

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