Cualquiera puede visitar hoy la imagen de la Virgen de la Peña, Patrona y Alcaldesa Perpetua de Mijas, en su ermita del Compás, pero pocos recuerdan que si es así, es gracias a este hombre que arriesgó su vida ocultando la imagen en su casa para evitar su quema hace 76 años.
Su historia
Manuel Martín Gambero y Josefa Rodríguez Mota tuvieron un hijo el 17 de julio de 1884, a las 20 horas, al que llamaron Manuel, como su padre. Ambas familias eran naturales de Mijas aunque el matrimonio residió en Málaga durante prácticamente toda la infancia de su hijo.
Corrían los últimos años del siglo XIX cuando el pequeño Manuel llegó al pueblo, ya huérfano de padre, junto a su madre, Josefa, para ocupar y cuidar la casa de la ‘Padereta’1, enviados por su dueña, Inés Sepúlveda, que residía en Cuenca.
Un sacristán precoz
Siendo aún muy joven, Manuel fue propuesto para el cargo de sacristán, ya que el pueblo por aquel entonces carecía de esta figura por la muerte del anterior sacristán y, además, vieron en él cualidades para tal menester.
A partir de ese momento, se ocupó de la parroquia San Sebastián, Santa Ana y el Calvario, no así de la ermita Virgen de la Peña que, en esa época, se encontraba abandonada y en estado calamitoso después de la expulsión de los Carmelitas Descalzos por la Desamortización de Mendizábal (1820-1823).
Martín se quedó solo pronto debido a la repentina muerte de su madre, un hecho que quizás hizo que se volcara aún más en la labor que le habían encomendado y que abarcaba desde el mantenimiento y limpieza de las iglesias hasta vestir las imágenes o el arreglo floral y ajuar de cada capilla.
En Semana Santa, las hermandades y cofradías locales también confiaban en él para adornar los tronos y vestir las imágenes y el día del Corpus solía poner en el portal de su casa un espectacular altar en el que exponía los bordados que él mismo había elaborado y que, además, había aprendido de forma autodidacta.
La Virgen vuelve a su ermita
El 8 de septiembre de 1918 es una fecha importante en la vida de Manuel (y también en la de todos los devotos de la Patrona local) porque fue el día en el que volvió la Virgen de la Peña a ocupar la misma hornacina en la que había sido venerada durante más de dos siglos, tras una restauración ordenada por el alcalde de Mijas en aquellos momentos, Emilio Ayala Sáenz.
A Manuel se le volvió a encomendar que cuidase la ermita y sus enseres, así como el cuidado de la Patrona en su vestir y adornos florales y, desde aquel momento, se convirtió probablemente en el mayor devoto de Nuestra Señora de la Peña.
Obligado a ocultarla en casa
Más de una década después, en 1932, cuando se estaban produciendo graves disturbios y quemas de iglesias y conventos en Madrid, Málaga y otros puntos, Manuel decidió esconder la imagen de la Virgen en su casa de la Padereta, por lo que pudiera pasar, aunque al final en Mijas no llegó a suceder nada grave y, en cuanto la situación se calmó, el sacristán devolvió la imagen a la ermita del Compás.
No fue la última vez que tuvo que hacerlo porque, cuatro años más tarde, concretamente el 17 de julio de 1936, Manuel decidió volver a sacar la talla, por la noche y camuflada entre unas mantas, para ocultarla nuevamente en la casa en la que residía, en esta ocasión, debajo de un caño del jardín, presintiendo lo que estaba a punto de ocurrir.
Justo un día después estallaba la Guerra Civil y fueron destrozadas todas las iglesias y quemadas las imágenes de estas.
La casa donde habitaba fue registrada en busca de la Virgen de la Peña innumerables veces para su quema y Manuel fue amenazado de muerte en varias ocasiones para que desvelara la localización de la imagen, pero eso, no le amedrantó.
Ya con la entrada de las tropas de Franco, el 11 de febrero de 1937, el sacristán, desolado por el incalculable patrimonio cultural perdido, quiso donar parte de los paños que él mismo había bordado para que se pudieran realizar las liturgias.
Su hogar, improvisada iglesia
Tras aquellos episodios, la ermita del Compás tuvo que permanecer cerrada varios años por los deterioros sufridos, al igual que otras muchas ermitas y la parroquia de la Inmaculada Concepción. Por ello, la morada de Martín se convirtió durante más de un año en improvisada iglesia, en la que se hacían las misas y otros actos religiosos.
Pasado un tiempo, la parroquia fue reparada en parte y la imagen de la Virgen de la Peña pasó a este templo, ya que tuvieron que pasar varios años más para volver a verla en su ermita.
La ermita reabre sus puertas
Precisamente fue en 19432, después de una serie de reformas realizadas, cuando la ermita pudo abrirse para el culto de nuevo, aunque el regreso de la imagen de la Virgen de la Peña tuvo que esperar hasta el 8 de septiembre de 1944.
Pero, a pesar de su gran labor y la valentía demostrada por Manuel Martín Rodríguez años atrás, en aquellos momentos no vio agradecido su esfuerzo y no solo se le fue retirada su condición de sacristán debido a su avanzada edad sino que fue echado de la casa en la que había estado viviendo, la Padereta, por sus nuevos propietarios.
Su realojo
Como no tenía dónde alojarse, el alcalde Miguel González Berral lo instaló en una de las casas que se denominaban nuevas para más tarde pasarlo a Barranquillo (hoy por hoy Hogar del Jubilado de Mijas Pueblo), donde compartía espacio con el Archivo Histórico del municipio.
Enfermo y ciego fue llevado al Hospital de Málaga, donde murió en julio de 1972, a los 88 años de edad.
Un hombre sencillo y culto que consagró su vida a la Virgen de la Peña y murió en soledad
Manuel Martín Rodríguez vivió en soledad y dedicado en cuerpo y alma a la Virgen de la Peña. Los que le conocieron le recuerdan siempre acompañando a esta imagen en su recorrido procesional cogido a un lateral del trono.
Hombre muy religioso, corpulento y de carácter fuerte, dicen de él que fue una persona muy culta que vivió en la pobreza. Cuentan como anécdota que siempre llevaba el pantalón atado con una cuerda y cuando alguien le regaló un cinturón, lo guardó y continuó usando la cuerda.
Como recuerda Salvador Pulpillo, secretario de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, María Santísima de los Dolores y San Juan Bautista, su familia siempre tuvo una estrecha relación con él. “Vivíamos en el mismo edificio (hogar del jubilado), él hacía de niñero de mis hermanas y alguna que otra vez de mí” y, además, “custodiaba el Archivo Histórico del municipio, ya que lo tenía en su casa”.
También tenía fama de ser buen cocinero y se le daba muy bien bordar cuadros religiosos con hilos de seda, era su gran afición. Según explica Pulpillo, uno de sus bordados lo tiene precisamente la cofradía a la que pertenece.
A pesar de todo lo que hizo por conservar el patrimonio religioso del pueblo, parece que pasó sus últimos días en soledad y, con su muerte, su figura quedó en el olvido.
APUNTES HISTÓRICOS
1 En la vivienda de la Padereta habitó con anterioridad el párroco D. Basilio, un sacerdote muy querido y gran protector de los pobres, y su hermana. Cuando este cura murió solo tenía por vestimenta la sotana, pues había donado toda su ropa a los pobres.
2 En 1943, la ermita del Compás fue abierta a culto otra vez, tras las reformas que se hicieron por mandato del alcalde José Villalobos Pellisó y su gran amigo y vecino de Mijas, José López Jiménez (perteneciente al cuerpo de Aviación).
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