Micaela Fernández. "Decimos a menudo (¡demasiado!) que los niños son ‘como esponjas’: pues bien, ¿en qué ‘cubos’ queremos que se empapen? Mientras son pequeños, yo propongo que sean cubos muy ‘analógicos”. Es la reflexión que hace Juanjo Fernández Sola, profesor, consultor pedagógico, conferenciante, escritor y ‘visual thinker’ cuando se le pregunta sobre cuándo se recomienda que los niños empiecen a utilizar las pantallas. Mucho se ha reflexionado y se sigue reflexionando sobre este asunto desde que las tecnologías invadieron los hogares. Esta semana, en este espacio llamado ‘Familias y Pantallas’ de Mijas Semanal vamos a intentar resolver algunas de las dudas que presentan los padres que se han propuesto educar a sus hijos en un uso saludable y responsable de las tecnologías.
Así, si en el número anterior, matizábamos la necesidad de aceptar que las pantallas forman parte de la vida de todos y reflexionábamos sobre cómo convivir con ellas de la mejor forma posible, esta semana nos preguntamos cuándo deben los niños empezar a utilizarlas. “Lo más tarde posible”, opina Fernández, por cierto, profesor del curso ‘online’ ‘Vivir y sobrevivir a las pantallas en familia’ que recientemente ofreció la Concejalía de Sanidad del Ayuntamiento de Mijas en coordinación con la Universidad de Padres.
“Hay que dejar que los niños vivan tantas experiencias de las naturales, de las enriquecedoras, de las que hacen crecer por dentro y por fuera, como les sea posible: correr, saltar, jugar, gritar, cantar, imaginar, chapotear, relacionarse cara a cara con los demás, pisar charcos, echar el aliento en el cristal y dibujar corazoncitos, hacer barcos y aviones de papel, saltar a la comba, dar volteretas, tropezar, caer, volverse a levantar...”, continúa opinando el experto. “No actuemos como si fuéramos la versión ‘pantallas’ de los padres de Hansel y Gretel”, ejemplifica Fernández, refiriéndose a los pesonajes del cuento de Andersen.
“En una situación en la que los padres no se ven capaces de controlar, abandonan a sus hijos en medio del bosque. Allí hay una maravillosa casita de chocolate en la que aparece una amable viejecita dentro, pero que resulta ser una malvada bruja que los mete en una jaula y pretende engordarlos para comérselos. Nadie podría haberlo imaginado, ¿no? ¿O sí?
Pues eso es lo que pasa cuando abandonamos a los hijos en el bosque de las pantallas, donde hay casitas fascinantes... llenas de brujas, de ‘ciberbullying’, ‘sexting’, pornografía, ludopatía... Y entonces exclamamos: ¿quién podría haberlo imaginado? A ver, igual sí que podíamos haberlo pensado, ¿no?”, concluye. Y es que, no se trata de ponerse ‘en lo peor’, pero sí que las familias sean conscientes de los beneficios y los perjuicios que tienen las tecnologías, sobre todo cuando los dejamos ‘solos’ en ese mundo ‘online’ o virtual, que no por ello irreal o inexistente.
Uso adecuado de las TIC
En algunas casas solo se permite a los niños usar las tecnologías, y más después de la cuarentena, para temas escolares. Pero siendo honestos, también hay progenitores que reconocen que dejan a sus hijos usar las pantallas para ‘entretenerles un rato’. “Me alegro de que haya padres que solo permitan las pantallas para los estudios, pero diría que hay una mayoría que las usan para mantener a los hijos “entretenidos”, con las “pantallas-chupete”.
George Orwell imaginó las pantallas como Gran Hermano, pero nunca llegó a pensar que las pantallas serían el Gran Canguro”, puntualiza Juanjo Fernández. “No se trata de que sea ‘malo’, sino absolutamente inadecuado. Seamos honestos con nosotros mismos: ¿no nos quedamos a veces ‘enganchados’ a aquella red social, a aquellos vídeos, a aquellos juegos, a aquella interminable conversación a través del chat? Si nos pasa a nosotros, que representa que tenemos criterio... ¿qué no le ha de pasar a aquella criatura?”. Dice Xantal Llavina, periodista especializada en la revolución digital, que “la mejor red social es una mesa con toda la gente que amas sentada alrededor”.
Y entonces, ¿cuánto tiempo deben los niños estar expuestos a las pantallas? Tomen nota de las recomendaciones de Fernández. De 0 a 3, nada. De 3 a 6, “algún contenido que podáis compartir en familia. En cualquier caso, nunca solos”. De 6 a 10, únicamente la exposición que se dé en el colegio, si es que se usan pantallas. “Confiad en el uso educativo de las pantallas que se haga en la escuela”.
De 10 a 12, si se añaden videojuegos, “preferible que sea en consolas a las que podáis jugar en familia”. En cualquier caso, videojuegos que correspondan a su edad “y que hayáis podido supervisar, nunca entre semana, y durante el fin de semana no más de una hora”. Hasta los 12 años, “no habría que plantearse ni tan siquiera disponer de móvil. Un menor escolarizado no necesita un móvil. Puede quererlo mucho, pero necesitar, no lo necesita”.
A partir de 12 años, “disponer de móvil tendría que estar vinculado a un ‘contrato’ entre el adolescente y la familia, que incluya ‘cláusulas’ como por ejemplo que de ninguna manera el móvil puede ‘dormir’ en la misma habitación que el adolescente, el compromiso de participar solo en redes sociales que hayáis supervisado, y nunca antes de la edad permitida legalmente por la misma red social”.
“Y la exposición a las pantallas debería estar supeditada a la realización de las tareas, la relación personal y familiar, las horas de sueño, la actividad física...”. Familias, toca echarle paciencia y conciencia. Nadie dijo que fuera fácil.
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