La primera de las conclusiones que debemos asumir con respecto al resultado de las elecciones autonómicas del pasado domingo es, sencillamente, la decepción por la baja participación registrada, tan solo alcanzó el 62,23%. No llega al escenario que dibuja Saramago en su obra "Ensayo sobre la lucidez", (en la que recrea unas elecciones en las que se alcanza el 95% de personas que eligen la papeleta en blanco), pero es un porcentaje que debe preocupar, e indignar.
La segunda, en cuanto a que el partido más votado, por tanto ganador, es el Partido Popular, que sube de 47 a 50 diputados, aunque nada tiene que ver con que vaya a gobernar, al no alcanzar la mayoría absoluta, establecida en 55 diputados. Presumimos que será la coalición de PSOE con IU quien lo haga. Y podemos bien presumir, Diego Valderas ha venido a manifestar públicamente que aunque todavía no hay nada pactado, “sabemos que IU con el Partido Popular, son como el agua y el aceite”.
Pasará a la historia estas elecciones, por haber sido el fracaso de todos los sondeos de intención de voto, que otorgaban mayoría absoluta al Partido Popular. No menos histórico, el hecho, aún no consumado, de que Griñán sería el único presidente de la Junta de Andalucía, que haya gobernado dos legislaturas, sin haber sido elegido en las urnasSe hace querer esta fuerza política que puede presumir de haber alcanzado los 12 diputados (6 en las anteriores autonómicas), fundamentalmente del trasvase de votos del PSOE, que pierde 9, pero parece olvidar el candidato de IU la famosa pinza que atenazó al PSOE, urdida en época de Aznar y Anguita.
Pasará a la historia estas elecciones, por haber sido el fracaso de todos los sondeos de intención de voto, que otorgaban mayoría absoluta al Partido Popular.
No menos histórico, el hecho, aún no consumado, de que Griñán sería el único presidente de la Junta de Andalucía, que haya gobernado dos legislaturas, sin haber sido elegido en las urnas. La primera vez recibió el mandado por herencia, la segunda, por pacto.
Y gran paradoja, Javier Arenas, que “fracasa” al cuarto intento, firme defensor de la separación de convocatorias entre elecciones nacionales y autonómicas, ve ahora cómo precisamente esa ha sido la mejor estrategia de Griñán para alzarse con la “victoria”. Durante la campaña, la argumentación negativa, como la reforma laboral, ha podido más que el fraude de los ERE’s, apreciándose de nuevo la sombra o influencia del ámbito nacional, en Andalucía.
Pensando de nuevo en paradojas y participación, el PSOE registra su castigo más duro desde 1994, pierde 654.000 votos con respecto a las autonómicas de 2008, pero mantiene el gobierno.
El Partido Popular obtiene su mejor resultado en Andalucía con 50 parlamentarios, a pesar de perder fuerza en Sevilla, Cádiz y Málaga, pero no gobernará.
Izquierda Unida, que recibe un descomunal trasvase de votos, no llega a recoger todo el descontento de la izquierda. Será el socio minoritario, pero la clave del gobierno.
Y aunque solo el 63,72% de los andaluces (incluyendo los votos válidos, blancos y nulos), tienen legítimo derecho a reclamarlo, en la práctica todos, debemos exigir a nuestros representantes políticos una nueva andadura en positivo, descargada de crispación y enfrentamiento. Basada en la transparencia y ausencia de escándalo.
Es la mejora de la economía, el pleno empleo y el bienestar social en definitiva; las únicas metas que deben regir el trabajo de quienes han sido legítimamente elegidos. Al mismo tiempo, la reivindicación permanente de los ciudadanos.
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