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Sábado 02/11/2024

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La intuición femenina se viste de uniforme

Es, sin duda, una mujer con agallas.

Es, sin duda, una mujer con agallas. En sus trece años de servicio en Mijas, se ha enfrentado a persecuciones, detenciones a punta de pistola, agresiones y complicados casos de violencia de género o abuso de menores. Todo ello, con un temple y una entereza sorprendentes en una profesión todavía asociada al ámbito masculino.

Quizá no posea la fuerza física de un hombre, pero no ha habido ni un instante, a lo largo de sus trece años de servicio, en el que Ana se haya sentido incapaz de ejercer su labor de policía por el hecho de ser mujer. Tremendamente atrevida, con una valentía innata que no deja de sorprender y una gran capacidad para enfrentarse a situaciones que harían estremecerse a más de uno, Ana es una de las 11 mujeres que forman parte de la Policía Local de Mijas.

Rodeada de una plantilla de casi 200 agentes, la mayoría de ellos varones, esta malagueña de 39 años, casada con otro policía de Mijas y madre de un niño de cuatro años, es de la opinión de que, en muchos casos, la intuición de una mujer agente puede ser más efectiva a la hora de enfrentarse a ciertos supuestos.

“En casos de violencia de género o relacionados con menores, siempre es reconfortante para la víctima la presencia de una mujer; la figura femenina aporta confianza y cercanía y ayuda a que los afectados se desahoguen y cuenten los hechos con naturalidad”, asegura. Quizá por ello, ya no sea inusual ver a mujeres uniformadas patrullando las calles del municipio, policías de barrio como Ana, que disfrutan realizando un trabajo que le permite estar en contacto permanente con los vecinos e irse todos los días a casa “con la satisfacción de haber ayudado a alguien”.

Para ella, las mañanas suelen comenzar en los pasos escolares donde, según cuenta “muchas madres y niños ya me conocen, y es muy agradable que me saluden a diario o me hagan algún comentario sobre el tiempo”.

Más tarde, Ana y Tatiana, su compañera de servicio, recorren en motocicleta el área que se les haya asignado en la reunión matutina y están pendientes en todo momento de las órdenes que les puedan transmitir para que apoyen a otra patrulla o intervengan en algún operativo. Eso sí, para las misiones más difíciles y peligrosas, ahí está Ana. “A pesar de que, a la hora de repartir el trabajo no hay distinciones, hay algo dentro de mí que me obliga a demostrar constantemente que valgo para ser policía”, comenta.

No obstante, asegura que, por ahora, no ha tenido que enfrentarse a los prejuicios, ni dentro ni fuera de la jefatura. “Nadie se ha quejado nunca por ser asignado como mi pareja, ni han cuestionado mi valía para enfrentarme a ninguna situación”, asegura. En la calle, el hecho de que el de policía continúe siendo un oficio mayoritariamente masculino, tampoco le ha hecho enfrentarse nunca a ninguna situación desagradable.

Ana asegura no haber sufrido nunca en carne propia tratos discriminatorios en su profesión por el hecho de ser mujerA Ana la enseñaron a ser autoritaria, a mostrar una actitud que le ayude a ganarse el respeto de la gente; eso, sin perder la amabilidad que le lleva a explicar a un vecino por qué le pone una multa a su coche o por qué le denuncia por no tener la documentación en regla. “Al final, hasta terminan dándome las gracias por hacerles entender las cosas. No suelen guardar ningún tipo de rencor”, cuenta. “Lo importante es ser decidida y tener claro que tienes que hacer tu trabajo, aunque en agresiones o reyertas, por ejemplo, puedas correr peligro”, añade. Su compañera Tatiana, sin embargo, no puede decir lo mismo. “Alguna que otra vez, he escuchado en la calle comentarios del tipo ‘¡Niña, vete a fregar platos’!”. Y es que nunca faltan desaprensivos para quienes llevar uniforme será siempre cosa de hombres.

Una agente con las ideas muy claras

Cómo comenzó todo

A la chica que, en su juventud, pensó en estudiar Derecho, nadie le hubiera dicho en aquel entonces que acabaría convirtiéndose en una de las agentes de policía más veteranas de Mijas. Fue gracias a las gratas experiencias narradas por un tío suyo, policía de profesión, que Ana decidió comenzar a prepararse para formar parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Ana recuerda con cariño aquellos años, en los que siempre contó con el apoyo de su familia. “Solo me decían que tuviera mucho cuidado, porque son conscientes de que es un trabajo peligroso”, rememora.

Primeras diferencias

Fue en el momento de las pruebas físicas requeridas para entrar en el cuerpo cuando Ana comenzó a darse cuenta de que había elegido una profesión donde las diferencias entre hombres y mujeres eran palpables. “A las mujeres siempre nos daban más segundos y menos metros, porque nuestra fuerza física es inferior a la del hombre”, explica. No obstante, Ana había entrenado muy duro para conseguir las mejores marcas y, gracias a ello, consiguió estar casi a la misma altura que los chicos de su promoción.

Una nueva agente

Corría el año 1999 cuando ingresó en la Policía Local de Mijas. Estuvo cuatro años en la unidad de atestados y, tras trabajar durante otro periodo como policía de barrio, se hizo cargo, durante un año y medio, de dos departamentos, objetos perdidos e inspección de establecimientos. No obstante, llegó a tener hasta siete competencias distintas y echaba tanto de menos el trabajo en la calle y el contacto con los compañeros, que define la que está viviendo ahora como “la situación ideal”. “Desde que fui madre, hago el servicio en turno de mañana, excepto una tarde a la semana. Antes, entraba en el turno rotatorio, trabajando por las noches, pero ahora tengo que pensar en que tengo que criar a mi hijo”, explica. Y es que, ahora, él es su principal prioridad. “En varias ocasiones, me he visto obligada a sacar el arma reglamentaria y son momentos en los que llegas a temer por tu propia vida. Sin embargo, desde que nació mi pequeño, temo más por él que por mi misma”, asegura.

Sueños de futuro

En cuanto a su futuro, Ana solo aspira a quedarse como está. Tiene compañeras que ocupan puestos superiores en la escala de mando, escalafones de alta responsabilidad que ella prefiere evitar. “Ser oficial, subinspector o inspector supone tener más responsabilides, tienes a mucha gente bajo tu mando y hay que tomar decisiones que, a priori, no sabes si serán las más correctas”, argumenta. 

Agradecimientos

Ana no quiere dejar de mostrar en esta entrevista su agradecimiento a las compañeras más veteranas del cuerpo de policía que, además de transmitirle a las noveles toda su experiencia, han abierto el camino para que otras chicas como ella se integren en este ámbito profesional.

Ana vs el peligro

A lo largo de su carrera profesional, Ana se ha enfrentado a múltiples situaciones peligrosas que le han hecho poner a prueba su valor:

En 2001, el incendio en la sierra. Ana no puede evitar emocionarse cuando recuerda este servicio. Estuvo 16 horas al pie del cañón, ayudando a salir de sus casas a muchas personas que se negaban a abandonar sus pertenencias. A pesar del inmenso peligro que corrió, solo fue consciente cuando, por fin, se encontró sola en el vestuario. “Me derrumbé delante de las taquillas y me eché a llorar”, recuerda. Sin embargo, la satisfacción de haber ayudado a tanta gente valió la pena.

En 2002, un accidente automovilístico. Un episodio especialmente aterrador para Ana ocurrió en la madrugada del 10 de diciembre. Realizando el servicio a la altura de la mansión Alhamar, un vehículo surgió de la nada y embistió la parte de atrás del coche patrulla a una velocidad de más de 140 km/h. “Cuando el coche empezó a girar como un trompo, pensé que era el fin”, recuerda. No obstante, tanto ella como su compañero pudieron salir prácticamente ilesos del vehículo y detener al causante, un ciudadano francés buscado por múltiples delitos.

En 2012, un detenido a punta de pistola. Hace escasas semanas, Ana detuvo a un individuo que huía con un coche robado por la zona de Riviera del Sol. El sujeto se escondió en el entorno de la playa, momento que Ana aprovecho para retenerlo mientras llegaban los refuerzos. “Hasta que llegaron los apoyos, estuve apuntándole con la pistola, decidida, pero siempre con el miedo a que me diera un golpe y huyera”. Afortunadamente, los compañeros acudieron a tiempo y redujeron al fugitivo sin problemas.

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