Corría el año 2005 cuando Juan de Orbaneja, un barcelonés afincado desde hace 45 años en Calahonda, pisó por primera vez el continente africano. Las circunstancias lo llevaron hasta uno de los países más deprimidos de África, donde acababa de ponerse fin a una guerra civil que dejaría a la población en una situación de extrema pobreza, habitantes de poblados arrasados, sin esperanzas y con escasas expectativas de futuro.
Y fue precisamente aquí, en el sur de Sudán, concretamente en la misión de Yirol, donde se gestó el germen de Amsudán, una organización que se encarga de obtener los fondos necesarios para levantar infraestructuras básicas en estas regiones, y cuya actividad se centra en la construcción de escuelas, la promoción de la mujer y la formación del profesorado.
“Llegué a Sudán dos meses después del fin de 20 años de guerra y me quedé enganchado al ver la necesidad de ayudar, de hacer valer el trabajo que hacen los misioneros. La situación era impresionante, la gente iba desnuda, no tenía para comer”, recuerda Juan de Orbaneja, uno de los fundadores de Amsudán.
Hoy, no obstante, el panorama desolador que encontró en su primera visita, ha cambiado. Según cuenta, “el país ya ha comenzado a movilizarse y progresar, la gente va vestida, hay más comida”. En este periodo, la organización ha construido en esta región siete escuelas que han permitido escolarizar a 7.500 niños, además de dos pozos, una escuela de formación en distintas profesiones, así como un centro para mujeres y varias iglesias. Además, hace un año y medio, se construyó una central fotovoltaica que funciona con energía solar y que ha permitido dotar de luz eléctrica a la zona de la misión. Por otra parte, la organización contactó con una fundación escocesa que envía al poblado de Yirol comida para 4.800 niños.
Amsudán es, además, una organización católica. De hecho, uno de sus precursores, junto con Juan de Orbaneja y Salvador Guerrero, fue el padre Antonio Aurelio, un sacerdote que acogía en el El Cairo a refugiados de la guerra del Sudán. Fue precisamente este centro de acogida el primer proyecto financiado gracias a los fondos obtenidos por lo que más tarde sería Amsudán.
Y así, una cosa llevó a la otra y Juan se encontró inmerso de lleno en esta labor solidaria. “Fundamos el colectivo tras conocer en la primera visita a Sudán al padre Parladé, encargado de la Misión de la Orden Comboniana en Yirol. Es un gran administrador y sacerdote y consigue que la gente se implique, que ayude y que esté preparada para pensar en el futuro”, comenta.
El modus operandi
Amsudán colabora con los misioneros combonianos y trinitarios en Sudán, así como con el obispado de Rumbek, en el mismo país. No obstante, el 90% de los fondos van destinados a la misión de Yirol, donde habita la tribu de los dinka. Aquí, desarrolla su labor el padre Parladé, que canaliza los fondos recaudados por la organización a través de los distintos eventos que organiza.
Cada año, se celebran cenas benéficas en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Marbella y en cada una de ellas se obtiene el dinero necesario para sufragar un proyecto concreto. Una vez que los fondos llegan hasta Sudán, el padre Parladé se encarga de buscar la mano de obra y los materiales para cada proyecto. Asimismo, la organización recibe donaciones periódicas de particulares que también hacen posible numerosas iniciativas.
Proyectando un futuro prometedor
Las escuelas de formación en Yirol y Mapurdit, los colegios primarios de Yirol y Adior, o la central fotovoltaica han sido algunos de los proyectos financiados por Amsudán en el sur del país. Próximamente, la organización se plantea como propósito concluir la escuela infantil por la que han obtenido el tercer premio otorgado por la revista Telva. Para 2012, la junta directiva ha decidido mejorar los proyectos que ya se han hecho, reforzando los techos y las puertas y dando una mano de pintura a algunas instalaciones.
Asimismo, se encuentra en marcha la construcción de una segunda escuela de Educación Primaria en Yirol, que acogerá a 800 niños; así como la escuela de Biling, con capacidad para 500 alumnos. Por otro lado, la Agencia de Cooperación Internacional Española ha donado 280.000 euros con los que se construirá una escuela de secundaria en Rumbek.
Amsudán también tiene en mente otras dos próximas iniciativas, las dos relacionadas con la sanidad: una de ellas, está orientada a tratar las malformaciones que padecen muchos niños de esta región, mientras que la segunda es un proyecto para desparasitar a las vacas, que pueden transmitir muchas enfermedades.
Aparte de los fondos obtenidos mediante las cenas, competiciones deportivas y fiestas que celebra, Amsudán cuenta con la colaboración, entre otras, de entidades como Solar Pack y la Fundación AGH.
En reconocimiento a la labor desarrollada en este país, el Papa Benedicto XVI concedió a los miembros fundadores de Amsudán la condecoración de ‘Caballeros de la Orden de San Gregorio Magno’.
La vida en un país en plena reconstrucción
Tras 20 años de enfrentamientos y revueltas, en 2004 la guerra civil en Sudán llegaba a su fin, dejando tras de sí a 4,5 millones de sudaneses sin hogar, más de dos millones y medio de muertos y otros tantos con riesgo de padecer hambre. El 9 de julio de 2011, se proclamó la independencia del sur del país, que concentra a la gran mayoría de la población cristiana.
Ahora, llega el momento de la reconstrucción y, sobre todo, de educar a la gente para que se labre un futuro. “Hacen falta pantanos, carreteras e infraestructuras y, sobre todo, luchar contra los gobiernos corruptos para que las ayudas lleguen a su destino”, asegura Juan. Por eso, para el fundador de Amsudán, es tan importante la labor de los misioneros, “que se dejan la piel, la vida, algunos mueren en guerrillas”.
El objetivo es que Sudán recupere el esplendor que tuvo antes de dejar de ser una colonia británica, en 1956 y, para ello, hay que apostar por el desarrollo e imponer un orden y una disciplina velando, por ejemplo, para que la gente se acostumbre a usar las letrinas o se conciencie de que todo cuesta y que las cosas solo pueden conseguirse mediante el trabajo. El Yirol, una de las áreas más avanzadas de la región, cuenta ya con 15.000 habitantes, tiene un mercado y comienza a haber casas de ladrillo.
Un viaje muy enriquecedor
Cada año, Juan y algunos de los colaboradores de Amsudán viajan hasta Yirol para ver los avances experimentados por la región, inaugurar nuevas escuelas y visitar aquellas que aún están en proceso. “La fuerza que tengo es de cuando voy allí; normalmente, me reciben todos bailando, es todo un espectáculo”, rememora Orbaneja.
Según su testimonio, uno de los actos más solemnes tiene lugar cuando se inaugura una escuela. En estas ocasiones, el jefe de la tribu o sultán ofrece una comida y agradece a los presentes en una especie de ceremonia, todo ello a través de traductores.
Una de las cosas que más sorprenden a Juan en cada uno de sus viajes son los niños. “La primera vez que vieron un coche se acercaron muy sorprendidos a los retrovisores, porque nunca habían visto su propia imagen”, cuenta. Para ellos, ir al colegio es como una fiesta; allí, aprenden inglés cantando, a realizar operaciones básicas y, sobre todo, a ser responsables. En este momento, una de las campañas de Amsudán va dirigida a dotar de pupitres a las escuelas que ya se han construido.
Los sudaneses de estas regiones son felices a pesar de su modo de vida, lo cual da muestra de la dureza de su carácter. Viven en chozas, donde no hay más que una olla, “en el campo, lo único que hay de ladrillo es lo que hacemos nosotros”, dice Juan. La ausencia de carreteras y medios de transporte provoca que las distancias sean muy largas, de forma que es habitual que muchos niños tengan que andar un par de horas para ir a la escuela, al igual que las mujeres para ir a por agua.
Sin embargo, moverse de un lado a otro es algo intrínseco de los dinka. Así lo hacen, por ejemplo, con las vacas, su bien más preciado al constituir casi la única moneda de cambio. Mientras van pastoreando, al pararse a descansar, los niños queman los excrementos de estos animales y se aplican el polvo resultante, y que es un repelente infalible contra las picaduras de insectos.
Cristianos, pero diferentes
Proporcionan abastecimiento, protección y seguridad, pero uno de los principales cometidos de los misioneros en estas zonas es divulgar la religión católica entre una población que ha practicado durante siglos el animismo. No obstante, como explica Juan, “el cristianismo de allí es muy distinto, es más auténtico. La gente, al no tener nada, es más solidaria, dan más de lo que tú das”. En Yirol, las misas son todo un espectáculo. Los feligreses bailan y hay obras de teatro durante las dos horas que dura el oficio religioso.
La religión plantea también ciertas situaciones curiosas. Los misioneros se enfrentan a las dificultades derivadas de que, por ejemplo, un hombre aparentemente cristiano quiera casarse por la iglesia con tres mujeres. En estas situaciones, deben pasar un poco la mano en cuanto a la poligamia, aunque siempre es necesario establecer unas normas y procurar que sean responsables, para que puedan mantener dignamente a todas sus mujeres e hijos.
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