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Viernes 26/04/2024

La última calera de Mijas que se apagó fue a principios de los años 80.

Los hermanos Antonio, Juan y José Leiva estuvieron desde muy temprana edad dedicados a este oficio. Son los últimos caleros mijeños.

El alcalde, Josele González; el edil del equipo de gobierno Roy Pérez; y la concejala de Podemos, Esperanza Jiménez, junto a vecinos y miembros de Enharetá.

La que ahora se ha activado en Cuesta Borrego es un puchero, llamado así por sus pequeñas dimensiones.

Primero, a pico y pala, se hace un agujero en la calera para sacar la cal.

En este caso contaron con un mulo para el transporte.

Se pesan los sacos con una romana, poniendo una arroba en cada saco. Cada uno debe pesar 11,5 kg.

Finalmente, se cargan uno a uno los sacos a hombros, para almacenarlos en una cuba y trasladarlos.

Manualmente se extrae la cal y se mete en sacos.

Reportajes

Del pasado al presente: la calera de Cuesta Borrego resurge

  • Un proyecto que ha traído al presente un antiguo oficio mijeño

El proceso de activación de una antigua calera mijeña culminó el sábado 15 con éxito con la extracción de la cal

Tras varias décadas sin oír hablar de los hornos de cal en Mijas, no solo se consiguió hace unos días reconstruir un antiguo horno de cal que había en Cuesta Borrego, entre Valtocado y La Alquería, sino que además se logró encenderlo y, este sábado, tras varios días prendiendo, culminó este proyecto tan entrañable que nos lleva a la Mijas antigua con la extracción de la cal. “Hoy estamos ya recogiendo los frutos de todo este proceso. Sacando la cal, almacenándola para luego ya distribuirla. La verdad es que entre una cosa y otra han pasado ya tres años hasta haber llegado a este momento”, explicó uno de los miembros del colectivo etnológico Enharetá, Juan Porras, que participó activamente en la extracción manual de la cal.

Este proyecto surge de Enharetá, con la colaboración del Ayuntamiento y la participación imprescindible de varios vecinos, como es el caso de los maestros y hermanos caleros de Mijas Antonio, Juan y José Leiva, quienes, emocionados, volvían a vivir este sábado una sensación que hacía décadas no experimentaban. “Yo hacía 52 años que hice la última calera y hoy con la ayuda de todas estas personas, esto ha sido posible”, explicó Juan. “Yo me fui a la mili y cuando vine ya no hice más caleras”, añadió José.

El objetivo de este proyecto es trasladar el antiguo oficio de la cal a las nuevas generaciones, para que conozcan el proceso y las dificultades que conllevaba aún más a principios de los 80, momento en que se reactivó la última calera en el municipio. “Esto no es tanto recuperar una tradición sino más bien reactivar nuestra cultura tradicional del trabajo”, opinó Porras. “Nuestra idea es dar a conocer el trabajo, todo el proceso, documentarlo y a la misma vez vivirlo y  aprenderlo”, completó.

 

Proceso de extracción

Todos los vecinos que participaron en la extracción de la cal vivieron en primera persona el proceso, ya que se hizo manualmente, como antaño. Primero, con el pico y la pala tuvieron que abrir un agujero en la calera para sacar la cal. Extraerla manualmente y luego pesarla, poniendo una arroba en cada saco (de 11,5 kilos cada uno) y, a continuación, subir los sacos a hombro hasta una cuba ubicada en la parte de arriba. También se llevaron un mulo para ayudar con el transporte. Un trabajo arduo que nos recuerda los tiempos tan complicados que tuvieron nuestros antepasados.

 

Mijas, tierra de cal

Históricamente, la cal se usaba para blanquear las paredes del pueblo, algo que dotaba a la localidad del blanco tan característico por el que se la conoce. Era el modo de vida de muchas personas, vivían de ello y desde el colectivo Enharetá, además, han querido reconocer el valor de este trabajo de antaño.

Pero además, la cal tenía, como recordaron Juan y José Leiva, otros usos. Recuerdan que también era un desinfectante natural muy eficaz. Como anécdota, Juan recuerda que “hace muchos años mi señora y yo teníamos gallinas para nuestros avíos. Una vez compramos unas cuantas y venían con piojos. Y nosotros venga comprar veneno y no había forma de matar los piojos. Hasta que un día blanqueamos donde estaban las gallinas y no quedó ni un piojo”, recuerda entre risas. “Incluso para curar la tuberculosis se encalaban las paredes, porque la cal lo mata todo”, añadió Juan.

En cualquier caso, lo que está claro es que Mijas vivió este sábado una jornada histórica con la activación de una pequeña calera, apagada y en desuso durante décadas. Un proyecto que ha servido para traer a las nuevas generaciones nuestras costumbres de antaño y, de paso, homenajear en vida a aquellos vecinos que tan duro trabajaron en el pasado para que hoy Mijas sea el municipio que es: una villa blanca reconocida a nivel mundial.