Restaurantes, discotecas, aeropuertos e, incluso, parques infantiles y accesos a centros sanitarios libres de humo. Son solo algunas de las imágenes que nos ha dejado el 2011, un año que pasará a la historia, entre otras cosas, por marcar el inicio de la aplicación de la reforma de la Ley Antitabaco de 2006.
En resumen, la norma prohíbe fumar en cualquier espacio de uso colectivo público, además de en algunos lugares abiertos, acabando así con las contradicciones ocasionadas por la ley original, que otorgaba a los propios dueños de locales de restauración la capacidad de decidir si se podía o no fumar en su establecimiento.
La entrada en vigor de esta norma, junto con la subida del precio de las cajetillas, parece haber persuadido a muchos fumadores de abandonar este hábito; a ello se unen las multas por incumplir la norma, que en casos leves son de 30 euros, ascendiendo hasta los 600.000 euros en caso de faltas reiteradas, consideradas como muy graves.
En los últimos doce meses, los efectos de la ley se han dejado notar en hospitales con una reducción de los casos de asma e infartos. Asimismo, según la Organización de Consumidores y Usuarios, un 64% de los españoles apoya la prohibición de fumar, algo que, en contra de todo pronóstico, tampoco ha afectado significativamente al sector de la hostelería.
Tomando el pulso a Mijas
Aprovechando el primer aniversario de la Ley Antitabaco, salimos a la calle para ver cómo se ha vivido el último año desde el punto de vista de los vecinos directamente afectados por esta norma.
En el supuesto de propietarios de locales de restauración, la ley no deja de ser, en muchos casos, un varapalo. Si hace cuatro años tuvieron que adaptar sus establecimientos para fumadores y no fumadores, muchos volvieron a verse el pasado mes de enero en la obligación de habilitar sus terrazas para los asiduos al cigarrillo.
"Yo prefería cuando se podía fumar porque la gente estaba más contenta. Además, teníamos más clientes cuando estaba permitido fumar dentro y más, nosotros, que tenemos también el salón. Antes se tomaban un café y se quedaban más tiempo mientras fumaban un cigarrillo", opina Lucía, una de las empleadas de la Venta de Paco y Cristóbal, en el bulevar de La Cala.
Un poco más adelante, en la cafetería Arroyo, comparten el mismo punto de vista. "Creo que se están cargando el país con este tipo de medidas. Si no se puede fumar, el cliente en vez de tomarse dos copas, se toma una y se va. Debería haber tanto sitios acondicionados para fumadores como para no fumadores", comenta tras la barra María Dolores Arroyo.
A Cristóbal Ruiz, de El Pikoteo, tampoco le ha venido demasiado bien la entrada en vigor de la norma. "La terraza siempre tenemos que tenerla abierta para los fumadores. Aunque ahora el ambiente esté un poco más limpio, me ha afectado bastante en cuanto a ventas", cuenta.
No obstante, no en todos los establecimientos se culpa a la polémica ley de la bajada de las ventas. Más bien, para muchos, la culpable no es otra que la tan nombrada crisis. Así es, al menos, para Concepción García, una de las empleadas del Salón de Juegos de La Cala, que defiende que "los clientes se adaptan a fumar fuera, no se quejan del frío y además, el ambiente está menos cargado. Por nuestra parte, apoyamos la ley, porque la bajada de clientes se debe a la crisis, no al hecho de no poder fumar".
En Las Lagunas, El Rincón de Salamanca tampoco cambiaría estos últimos doce meses. "Me parece bien porque ahora tengo más familias con niños que vienen a merendar. Además, cuento con una terraza estupenda y se aprecia mejor el olor de la comida, porque no huele a humo", señala Ángela Nolting. También se quedaría como está Massimo, propietario de la cafetería Da Massimo. "La ley no me afecta, el ambiente es mejor, sobre todo, para los niños", indica.
Y mientras bares y restaurantes exponen sus argumentos a favor y en contra, el debate se traslada también hasta el ciudadano de a pie, fumadores que en el último año han tenido que modificar sus hábitos de consumo. Eso sí, siempre tomando en consideración a los vecinos que no fuman. "Respeto a la gente no fumadora porque no tienen por qué percibir el humo que yo inhalo. A mí no me importa irme fuera, me pongo mi chaqueta y me salgo a fumar el cigarrillo después del café", comenta María López.
No obstante, a pesar de las buenas intenciones, el frío es, sin duda, el principal enemigo de la ley. "Al que se tiene que ir a fumar fuera, encima le cuesta el dinero, porque si está lloviendo y hace frío y te resfrías, te tienes que dar de baja. Debería haber locales tanto para fumadores como para no fumadores", defiende José Manuel Rosado.
¿Y qué pasa con los estancos?
Otro de los establecimientos directamente afectados por la Ley Antitabaco son los estancos. No obstante, aquí, igual que en algunos bares, el enemigo número 1 no es tanto la norma como el recorte del presupuesto dedicado al tabaco.
"A pesar de la ley, la gente sigue comprando y fuma en su casa o en la calle. El problema es que, debido a la subida de los precios del tabaco, se decantan por marcas más económicas o tabaco de liar", explica Alejandro Corpas, del estanco de La Cala.
La misma visión comparte Sergio Díaz, del estanco situado frente al CARE. "Las ventas han bajado alrededor de un 60%. El consumidor que antes fumaba un paquete a un precio de 4,25 euros y le duraba dos días, ahora se ha pasado al tabaco de liar, que cuesta más o menos lo mismo y le dura mucho más tiempo. También hay mucha gente que se ha quitado", cuenta.
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