Hay quien lo conoce como el barrio de Las Vírgenes, pero los del barrio de toda la vida lo llaman el de Santiago. La que hoy en día es la calle Virgen del Pilar, eran las tierras de una familia que, generación tras generación, se fueron dividiendo entre sus hijos, que, poco a poco y con sus manos, construyeron allí sus casas. Eso explica por qué en este barrio, todos son familia.
Pero, sin duda, si algo caracteriza a este barrio es la pasión con la que se vive la Navidad. Y todo tiene mucho que ver con Antonio Núñez que, aunque nos dejó hace ya tres años, su huella sigue viva cada vez que sus hijos, sus nietos y sus amigos del alma se reúnen para seguir cantándole al niño con la misma humildad que aquellos pastores de Belén.
Núñez fundó la pastoral que todos conocemos como Los Santiago, que ahora dirigen sus hijos, Cristóbal y Mari Carmen. Cada vez que se acercan estas fechas, el local donde se reúnen, situado en los bajos de la vivienda familiar, se llena de ilusión, de cantes tradicionales, de zambombas, sonajas y voces templadas a base de horas de ensayo y de actuaciones por toda la provincia.
Los más mayores atesoran historias y anécdotas de tantos años como han pasado cantando aquí y allá. Y es que esta familia ha recorrido decenas de pueblos llevando su amor por la Navidad, y aún, allá donde van, los amigos de otras pastorales siguen llevando a fuego el recuerdo de su viejo amigo, Antonio Núñez.
Allá donde van, los amigos de otras pastorales siguen llevando a fuego el recuerdo de Antonio Núñez Hoy, la matriarca del clan, si me permiten la expresión, es su viuda, María del Carmen Gómez, que sigue con ilusión los ensayos de Los Santiago. Según me cuenta, ya está casi preparando la cena de Nochebuena, porque en el local de ensayo se reunirán el “ciento y la madre para cenar juntos y cantar hasta que el cuerpo aguante”. Y es que las navidades, si en cualquier casa se viven con ilusión, imagínense en esta. Ellos mantienen encendida la llama de cómo se han vivido estas fiestas de toda la vida, como un motivo de encuentro con los seres queridos, de amor y de devoción.
Y no es solo una cuestión de los mayores. Cristóbal, Mari Carmen, sus primos y sus amigos están vinculados a esta pastoral desde que tienen uso de razón. Y el relevo generacional está asegurado. El pequeño José Álvarez, hijo de Mari Carmen Núñez, pertenece a ella desde que estaba en el vientre de su madre. Ahora tiene cuatro años y solo convivió con “el abuelo Núñez” su primer año de vida, pero su familia ha sabido inculcarle el amor por la pastoral. Precisamente, su villancico favorito es ‘Noche de luna clara’, una de las composiciones de su abuelo que la agrupación mantiene con orgullo.
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