¿Se ha muerto algún ser querido y te ha dejado una misión que cumplir? Hay personas que a lo largo de su vida transmiten lo que quieren que sea su último deseo. Otras personas hacen este anuncio los últimos instantes de vida. Y también hay aquellos que nunca dicen nada pero el vivo se encarga de suponer y llevar acabo lo que supuestamente la persona fallecida querría.

Algunas de esas frases más típicas, que expresan una última voluntad son: “ahora que no voy a estar, tú eres el cabeza de familia”; “hazte cargo de tu hermano, estate siempre pendiente de él”; “no dejéis a mamá nunca sola, siempre con vosotros”…

Lo que en principio son frases inofensivas que se dicen cuando los sentimientos están a flor de piel, para muchas personas se convierten en una orden que cumplir al precio que sea, incluso aunque eso suponga renunciar a parte del propio bienestar. Sin duda la gente da muchas otras respuestas a la última voluntad de sus seres queridos.

Por ejemplo tras el impacto inicial alguien puede tener toda la intención de llevar al extremo esa voluntad, pero conforme se asume la pérdida y se reduce el dolor, también se dispersa esa intención. También hay personas que esa última voluntad no la viven como una obligación ni como un gesto de amor y se permiten no cumplirla.

A las personas que tratan de cumplir esa última voluntad a pesar de su inconveniencia, parece no importarles vivir incómodas, y lo justifican a favor del amor que profesan al difunto, y la deuda que eso les contrae: se lo merece todo, ha hecho mucho por nosotros, era muy bueno…Pero el coste de esto puede llegar a ser muy elevado. La pregunta interesante que nos plantea esta temática es, ¿por qué alguien, pudiendo elegir cualquier respuesta, elige la que le crea cierto malestar?

¿Por qué no cambia de elección? Nuestras elecciones podríamos decir que nunca son libres, están determinadas por nuestro estilo (sumiso, masoquista, victimista) forjado desde nuestro nacimiento. Tiene gran repercusión para desenvolvernos en nuestra vida cotidiana descubrir en las relaciones familiares, en qué lugar nos han colocado (y si hemos consentido o no) y en qué lugar nos hemos colocado para el padre, para la madre..., para la pareja..., para cada hijo... Conocer esos lugares permite tomar elecciones con otra libertad. 

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