La devoción de todo un pueblo ante sus tradiciones y sus creencias salió ayer en procesión junto a la Virgen del Carmen. Tras la santa misa ofrecida por Ramón Tejero, todavía párroco de La Cala, el cortejo tomó las calles que conducen al mar para que los vecinos pudieran acompañar sus pasos, bendiciendo cada rincón, cada casa, cada oración desde lo más íntimo de cada uno.
La fe en la patrona del mar es antigua. En un pueblo que ha crecido a la orilla del mar, muchos recuerdos van y vienen como las olas, en memoria de la dureza de los trabajos de la pesca y de tantas vidas de esforzados marineros que quedaron para siempre sepultadas bajo el agua.
De eso tratan las tradiciones: de recordar de dónde venimos y homenajear los usos y las costumbres que nos hacen ser como somos. Nosotros, hijos y nietos de hombres y mujeres que vivieron del mar, no podemos hacer otra cosa que presentarle nuestro respeto. Y lo hacemos de la mejor manera que sabemos, a través de nuestras creencias.
Así nos lo confirma José Sena, a quien la voz apenas le sale del cuerpo de la emoción. U Obdulia Ibáñez, portando la misma corona que durante tantos años llevó su madre. Las niñas del grupo de baile de Rafi Cuevas y el coro del hogar del jubilado de La Cala, dedicando lo mejor de su arte al paso de la procesión. Incluso los turistas, que se debaten entre la incomprensión y la comunión con el sentimiento de los locales, al notar que hoy no es un día cualquiera. Y los marineros, sintiéndose orgullosos y afortunados de poder dedicar un esfuerzo en remar a los pies de la Señora, para llevarla a bendecir cada tramo de nuestra costa a bordo de ‘La Mijeña’, portadora de tantos sueños de los miembros de la Asociación de Remo Faro de Calaburras.
Un año más, La Cala ha cumplido con su promesa de llevar a la Virgen del Carmen, patrona del mar, en volandas. Salve, estrella de los mares.
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