Mucha gente, una vez que estima que necesita ayuda para superar sus problemas, para decidirse por un profesional considera distintos aspectos. El criterio para elegir es muy variado. A algunas personas solo les interesa encontrar el profesional más barato, otros eligen solo por el lugar dónde se encuentre el consultorio, otros eligen porque se lo han recomendado, hay quien elige al azar, hay quien conoce distintas terapias y desea recibir un tipo de terapia determinada, hay quien elige a quien tenga una especialidad en un tema muy concreto.
Atendiendo a ese último criterio, hay personas que llaman al consultorio y dicen: “soy un poco depresivo, ¿usted trata la depresión?”, “soy eyaculador precoz, ¿trata usted los problemas sexuales?”… Son personas que utilizan esa etiqueta diagnóstica como carta de presentación, ya sea diagnosticado por ellos mismos o por un profesional. El caso es que tienen un sufrimiento del que no pueden deshacerse. Entonces, ¿un psicoanalista trata la depresión?, ¿y ese mismo psicoanalista trata también problemas de pareja?, ¿y también trata problemas de alimentación?, ¿y trata adultos, y también trata a niños?
Un psicoanalista, más que atender a la depresión como si fuera un ente en sí mismo, trata a ese sujeto que está sufriendo. Por eso el psicoanalista no trabaja con un protocolo estandarizado para cada problema específico, sino que trata a cada sujeto en particular, porque cada sujeto es distinto, con una historia diferente, con una causa y una finalidad única, por muchos síntomas que pueda tener en común con otras personas.
No hay un protocolo, pero hay una ética y una dirección de la cura, que no es ahora el momento de especificar. La finalidad es que ese sujeto pueda reconocer qué tiene él que ver con todo lo que está pasando, que se dé cuenta de cómo ha ido respondiendo a todas las situaciones que la vida le ha ido planteando. Si un sujeto asume que tiene una responsabilidad en las respuestas que da a los acontecimientos, puede tomar decisiones encaminadas hacia su bienestar. Un bienestar basado no en un ideal o en una supuesta normalidad, sino teniendo en cuenta su propio deseo.
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