Cuando uno de pequeño piensa en convertirse en bombero, no tiene edad para sopesar el coste que esa decisión puede tener en un futuro. Pero, como todo oficio vocacional, los bomberos no reparan en ello, sino en que están prestando un servicio impagable a la sociedad. Y decimos impagable porque salvan vidas humanas. “Es una profesión muy satisfactoria”, reconoce Rubén Cortés. Él es uno de los cuatro valientes que el pasado viernes 7, sobre las 21:15 horas, acudió a un aviso del 112. Vecinos de la calle San Dionisio y de la barriada de los Santos, en Las Lagunas, habían llamado a este número de emergencias para alertar del fuerte olor a gas en la zona.
Sin pensárselo dos veces, acudieron al lugar de los hechos. Una vez detectada la procedencia, miembros de la Policía Local y de la Guardia Civil desalojaron el inmueble y los bomberos procedieron a cortar la luz, ya que una chispa de electricidad podría generar una explosión. “Entramos en el edificio y el propio explosímetro nos marcaba altas concentraciones de gas butano, que provenía de un bajo”, explica uno de los efectivos, Fernando Murillo.
Tras acceder al piso, empezaron a abrir las ventanas y hallaron a una mujer en el baño con dos bombonas de butanoCon arrojo y decisión, uno de ellos accedió a la vivienda por una ventana del patio después de intentar en repetidas ocasiones que alguien abriera la puerta. “Nada más entrar, vimos muchas tabletas de medicamentos vacías, lo que ya te hace sospechar de un intento de suicidio”, prosigue Fernando Murillo.
Los profesionales fueron ventilando las habitaciones de la vivienda y, al abrir la puerta del cuarto de baño, encontraron a una señora tumbada en la bañera “con dos bombonas de butano, con un manguito cortado en una de sus manos mientras emanaba gas”, indica Murillo.
Mientras los bomberos calmaban a la mujer, pues creían que en la otra mano, que estaba cerrada, podría tener un mechero, siguieron con el protocolo de intervención. Introdujeron una manguera con agua a máxima presión y le pidieron que levantara las manos y las abriera y que soltara el manguito, comprobando que no tenía nada más en ellas. Después de cerrar las bombonas, trasladaron a la inquilina al interior de una ambulancia, donde fue atendida. “Nos enfrentamos a una de las actuaciones más peligrosas para un bombero, ya que nuestra vida y la de muchas otras personas de la zona estaban en manos de una tercera, ya que podría haber tenido un mechero y haber provocado una deflagración de gran magnitud”, comenta Rubén Cortés.
Paralelamente, en el coche de bomberos, Juan Manuel Postigo informaba de cómo se iban desarrollando los hechos a las autoridades, cuerpos y fuerzas de seguridad y a los equipos sanitarios.
Según el cabo de bomberos Juan López, también presente, cuando un ciudadano huela a gas “lo más importante es que no enciendan ninguna luz, ya que incluso la electricidad estática puede producir una chispa y esta una combustión”.
En torno a las 22:40 horas, cuando los niveles de gas volvieron a la normalidad, Rubén, Fernando, Juan Manuel y Juan regresaron al parque de bomberos con la recompensa del deber cumplido.
El propio alcalde Ángel Nozal y todo el equipo de gobierno ha querido trasladar su “más sincera gratitud” a estos intrépidos mijeños.
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