El Génesis, libro que forma parte del Antiguo Testamento, relata que un faraón tuvo un sueño que no supo interpretar.
En su sueño vio a siete vacas gordas que fueron devoradas por siete vacas flacas. El faraón trató de desvelar el significado de sus sueños y un preso, de nombre José, fue clarividente. Las siete vacas gordas simbolizaban los siete años de prosperidad y opulencia, y las siete vacas flacas, los siete años de penurias que sucederían a los de prosperidad.
Tal vez el Génesis no relate hechos reales. Pero hoy, miles de años después de que sucediera el supuesto sueño del faraón, el relato cobra rabiosa actualidad. Después de varios años de vacas gordas, llegan las flacas. Y de qué forma han llegado. Y, lo que podría ser peor, nadie garantiza que las vacas flacas duren sólo siete años. Ojalá.
Durante los tiempos de vacas gordas, cuando las empresas generaban empleo, los trabajadores disponían de fondos que garantizaban un nivel de consumo elevado y las administraciones recaudaban impuestos a ritmo creciente, la pésima gestión pública nos puso a los pies de unas vacas flacas que nos están lanzando un claro mensaje: se acabó.
Se ha acabado el tiempo del todo gratis, de los gobiernos municipales, autonómicos o estatales derrochadores del dinero público con fines estrictamente electoralistas. Se ha acabado el tiempo de la fiesta y la pandereta y del todo vale con el dinero de todos. Se ha acabado vivir por encima de nuestras posibilidades y se ha acabado la irresponsabilidad de no decir no.
En este tiempo de vacas flacas, solo saldrán a flote aquellos que gestionen el dinero público –y el privado- desde la seriedad, la austeridad, la responsabilidad y desde la honradez. Porque éstos son los únicos caminos que nos pueden llevar a tratar de estabilizar la situación económica y emprender la senda del crecimiento.
Se ha acabado el tiempo del todo gratis, de los gobiernos municipales, autonómicos o estatales derrochadores del dinero público con fines estrictamente electoralistasNunca, nunca jamás, la sociedad y sus gestores públicos pueden volver a caer en las tentaciones que nos han llevado a una situación próxima a la quiebra, lo que supondría una interpretación superlativa de las vacas flacas del sueño del faraón.
Necesitamos una reeducación en valores sociales, económicos y culturales de amplio calado, que nos enseñe a todos desde el raciocinio a aplicarnos en una tarea común que no será necesariamente agradable. No podemos tener más de lo que podemos pagar. Ni las administraciones, ni los particulares. ¿O es que, acaso, queremos seguir siempre en tiempo de vacas flacas?
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