Mijas ha escrito una página más de su Historia, esta vez emotiva y entrañable como pocas, cuando ha tenido la oportunidad de reconocer, en vida, y esta novedosa fórmula se está consolidando para alegría de propios y extraños, la trayectoria y la labor de dos de sus hijos más ilustres, y grandes.
Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella. Así se expresaba el pensador político francés Montesquieu (1689 – 1755) cuando se refería a esa clase de hombres, de quienes también otros intelectuales han dicho que son almas que tienen voluntades, en lugar de meros deseos.
A Miguel González Berral, quien fuera alcalde de Mijas durante veinte años y Antonio Márquez Alarcón, presidente del Club Deportivo Mijas hasta en siete ocasiones y toda la vida vinculado a él; a ambos, no les han faltado voluntad ni grandeza a la hora de trabajar, cada uno desde su respectiva responsabilidad y circunstancia, a favor de su pueblo y sus gentes, anteponiendo en infinidad de veces un marcadísimo carácter de servicio público y abnegación, antes que cualquier consideración personal o familiar, a veces llevado a límites casi extremos.
Es una raza de hombres que tal vez no se estilan, pero algunos sí que están ahí para recordarlo y marcar con su ejemplo la hoja de ruta que muchos, aunque sea mínimamente, deberíamos emprender. Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión (Friedrich Hegel, filósofo alemán, 1770 – 1831).
A partir de ahora, dos singulares inmuebles de Mijas, curiosamente ambos a cielo abierto para desde su interior poder admirar la grandeza de las estrellas, adoptan el nombre de quienes mucho han hecho por ellos: el Auditórium y el Campo de Fútbol de Osunillas, dos edificios que a lo largo de más de cuarenta años han demostrado consistencia, recias formas y generosidad al acoger en su interior a todo el que ha querido adentrarse en busca de crecimiento, refugio y desahogo en el arte y el deporte.
Así son D. Miguel González Berral y D. Antonio Márquez Alarcón, dos grandes hombres de magnánimos principios, con toda una dilatada vida al servicio permanente de sus iguales e ideales, que se sustentan en la solidaridad, el afán de ser útiles, de crear, sin establecer diferenciaciones ni escatimar el esfuerzo, ni incluso el patrimonio propio a la hora de conseguir los nobles objetivos que siempre han regido, y rigen, en sus actos y decisiones.
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