Vivimos en un país en el que padecemos, con más frecuencia de la deseada, continuos usos de la demagogia como fórmula de expresión política, sin que los sujetos actores de esas prácticas sean conscientes de que, en muchas ocasiones, sus posicionamientos públicos caen en el ideario colectivo de la hilaridad.
La sociedad en su conjunto aspira, o debe aspirar, a la igualdad real entre hombres y mujeres.
De la misma forma que la sociedad, en su conjunto, aspira o debería aspirar a que las listas del paro disminuyan y cada vez más desempleados se incorporen al mundo laboral. Estas son, o deberían ser, máximas que habrían de ser respetadas por absolutamente todos, independientemente de su condición política. Pero, lo cierto, es que se defienden o no dependiendo del lugar geográfico que se ocupe en un foro de debate y discusión, como el salón de plenos del Ayuntamiento.
El 52 por ciento de las personas hasta ahora contratadas en la tercera fase del programa de la Renta Básica son mujeres que hasta hace muy poco estaban desempleadas. El 48 por ciento, por lógica matemática, son hombres. Da igual el sexo, tienen un empleo. La sociedad mijeña ha cumplido un objetivo. Todos, absolutamente todos, deberíamos estar satisfechos.
Los trabajos que desarrollan hombres y mujeres contratados en el programa de la Renta Básica están bien definidos y explicados. Nadie se puede llevar a engaño. En la mayoría de los casos, son trabajos duros, para los que no se exige especialización. Solo es necesaria la voluntad de hacer las cosas y hacerlas bien. Pero, incluso, hasta de eso algunos tratan de hacer demagogia.
En la última sesión plenaria, una representante del principal grupo de la oposición criticó que mujeres contratadas en la Renta Básica estuvieran limpiando chicles pegados a la vía pública sentadas en el suelo. Incluso se esbozó el término dignidad para descalificar dicha situación. Tal vez alguien con una mínima experiencia en la tarea de limpieza de chicles secos y adheridos al suelo concluya que la posición más cómoda para tal misión sea la de arrodillarse o sentarse en el suelo.
Lo que no ha quedado acreditado es si en pleno uso de la demagogia como arma política arrojadiza, correspondería una crítica similar si los que quitan chicles sentados o arrodillados en el suelo formaran parte del 48 por ciento de hombres contratados en la tercera fase de la Renta Básica.
Se supone que esta sociedad se encamina hacia un escenario social en el que hombres y mujeres son iguales, tienen los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas capacidades, porque no existe sexo débil, sino mentes pequeñas. Por eso, cada vez más mujeres asumen en la sociedad puestos de trabajo y responsabilidades que históricamente siempre han correspondido a hombres. En consecuencia, en Mijas es fácil ver a una mujer desbrozando caminos rurales, manejando una pesada máquina, haciendo fuerzas para limpiar chicles o realizando funciones, dignas todas, que algunas mentes todavía pequeñas consideran que solo deben ser ejecutadas por hombres. De eso, todos también deberíamos sentirnos orgullosos.
Afortunadamente, la sociedad mijeña sabe distinguir cuándo se utiliza la demagogia o cuándo la crítica política tiene fundamento.
Comparte esta noticia desde el siguiente enlace: https://mijascom.com/?a=5029