El mijeño Rafael Borrego, que fue encarcelado por el Gobierno de Israel por participar en la flotilla Global Sumud con rumbo a Gaza, ha sido recibido esta mañana en la Estación María Zambrano de Málaga entre gritos y aplausos. Aún llevaba “las sandalias de la cárcel”, de donde salió sin saber que iba a ser deportado, porque hasta los zapatos se los quitaron. En la estación se abrazó con amigos y familiares, también con Manuel García, el otro malagueño que formaba parte de la expedición humanitaria. Ambos relataron la dura crónica de la realidad que han vivido, aunque antes quisieron poner el foco en Palestina.
“Lo importante no somos nosotros, y seguro que está de acuerdo Manolo. Lo importante aquí es poner los ojos todavía, por desgracia, en el genocidio en Palestina, sobre todo, en Gaza, en la gente que sigue muriendo de hambre, que sigue muriendo bajo los bombardeos, en todas esas miles de personas que ni siquiera se les ha reconocido la dignidad mínima de contabilizarlas como muertos porque no son 67.000. Vamos a dejar de repetir eso. Son muchísimas más”, afirmó el mijeño, que compareció acompañado por su compañero en la flotilla y por el coordinador general de Izquierda Unida, Antonio Maíllo.

- Momento de la llegada del mijeño a la estación de tren
- | C.L.
Rafael y Manuel narraron sus vivencias, algunas tan duras como el momento en el que fueron bajados del barco o cómo la cárcel entera cantaba al unísono para reclamar insulina para una persona con diabetes y las consecuencias que ello conllevó. “En mi caso lo usaban como un castigo ejemplar porque mi celda era la última del pasillo y te arrastraban delante de todos los demás para avisar al resto de lo que no tenían que hacer”, añadió el mijeño, que resaltó que se negaban a darles “asistencia médica”. “A los presos nos han humillado permanentemente y al que se atreviera a hacer algo, le daban y eso ha sido una situación permanente durante la cárcel”, agregó García.
Duro relato
Pero no solo pasaron por eso: “Sabemos lo que es que nos ataquen los drones sin saber si no nos van a hundir en mitad de la noche, sin ver nada. Sabemos lo que es que nos aborde el ejército. Sabemos lo que es estar maniatados. Sabemos lo que es que nos arrastren por el suelo, que nos golpeen y que nos vendan los ojos y que nos metan en jaulas. Sabemos lo que es eso y vemos que hay más gente de los nuestros yendo para allá”, añadió Borrego. “La experiencia ha sido terrible porque, pero ha sido también maravillosa, bonita, ha sido algo inenarrable”, afirmó García, que puso el acento en que para ellos fue algo “extraordinario” saber que “millones de personas seguían luchando” y que les “apoyaban”.

- Rafael Borrego con su compañero de la flotilla humanitaria, Manuel García
- | C.L.
“Han sido varios días de maltrato físico, psicológico permanente, la privación del sueño constante ha sido lo más suave que nos han hecho”, recalcó Borrego. Y todo, como ellos relatan, por llevar comida a Gaza. “Hay que tener en cuenta el contexto, que no es que seamos criminales y que como criminales nos violen nuestros derechos como criminales. No, aquí no hay ningún criminal”, aseguró Borrego, que consideró que los han “secuestrado ilegalmente”.
Ahora piden que no se aparte la mirada y que sigan los ojos puestos en los que siguen allí y en los que van para seguir ayudando.
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