Seamos sinceros: lo que ocurrió en la plaza Virgen de la Peña durante los últimos cuatro días no ha sido un festival, fue una abducción. Un secuestro consentido y gozoso en el que un pedazo entero de La Habana Vieja, con sus fachadas desconchadas color pastel, su son, sus aromas a cerdo asado y el murmullo de sus leyendas, fue trasplantado como por arte de magia vudú al corazón de Mijas Pueblo. El 'Habana Vieja Fest' se despidió el domingo 3 y la plaza, huérfana ya de su ropa tendida sobre ella, puede que no vuelva a ser la misma. Al menos hasta la próxima edición.
El éxito de la propuesta fue rotundo desde que el jueves 31 de julio se abrieran las metafóricas puertas de este malecón improvisado. La concejala de Fiestas y Tradiciones, Silvia Marín (PP), ya lo vaticinaba el viernes 2, cuando afirmó que “estamos celebrando la vida como en La Habana Vieja, es un homenaje y hay un gran ambiente”. Y no se equivocaba. El fin de semana fue un hervidero constante, una feliz anomalía donde se entremezclaban acentos de Mijas, de Manchester y de Matanzas.

- Los ediles Marín y Bravo junto al promotor del encuentro
- | M.C.
Manual para teletransportar una ciudad
El artífice de este espejismo, el director de Producciones Raíces, Rafa Urquiza, hacía una valoración el domingo con la emoción a flor de piel. Urquiza, que lleva más de veinte años creando eventos en Mijas, confesó que este era especial. “Con respecto al balance yo me quedo con las muestras de cariño”, afirmó, destacando que “hemos visto cómo los niños que bailaban con nosotros en aquellas aventuras pasadas en la localidad se han hecho hombres y siguen bailando con nosotros. Estoy muy agradecido, todo ha sido muestras de agradecimiento del pueblo”, insistió.

- El Habana Vieja Fest se despidió el domingo 3 con un éxito rotundo de público
- | M.C.
La fórmula del éxito no es sencilla. Dos años de trabajo para recrear la ciudad con un cariño casi artesanal. El escenógrafo Juan Pablo Rueda ya nos desveló el secreto el primer día: había que capturar la imagen icónica, “esas casas con tonos pastel y la ropa tendida en los balcones”. Urquiza lo remataba: “Cuba es una mezcla con la España colonial. Llegas a La Habana y por donde quieras que te muevas, vas a ver ropa colgada, vas a ver camisas, vas a ver pantalones, vas a ver banderas”. Y vaya si las vimos.
El confesionario de la santera
Pero La Habana no es solo fachada. Es alma. Y el alma del festival tenía un nombre: Aleida Tamayo. En su puesto, Aleida, santera coronada de Yemayá desde hace 30 años, ofrecía una ventana a la religión afrocubana. “Cuando los españoles llevaron a los africanos a Cuba, ellos llevaron su religión consigo y tuvieron que sincronizarla y adaptarla a la cristiana”, explicó con paciencia de maestra. En su puesto se adivinaba el futuro, se hacían limpiezas de energía y se vendían talismanes. María Cuesta, una asistente mijeña que ya conocía Cuba, se atrevió a echarse las cartas y salió maravillada: “Muy bien. Ha dado en el clavo con todas las cosas que le he preguntado, así que espero que el futuro lo vea tan bien”.

- El Habana Vieja Fest se despidió el domingo 3 con un éxito rotundo de público
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Y entre el alma y el cuerpo, la gastronomía. El pan con lechón, la cajita cubana con arroz moro, las arepas venezolanas… Y, por supuesto, el mojito. Mucho mojito.
‘Masterclass’ de un mojito casi sagrado
Rafa Urquiza, en un arrebato de generosidad, nos desveló el arcano del mojito perfecto. Apunten, que esto es oro molido. El primer mandamiento: “El amargo de la cáscara del limón estropea el mojito”. Por tanto, se usa zumo de limón natural exprimido, nunca el trozo de fruta machacado. Segundo: el azúcar, blanco siempre. Tercero: la hierbabuena, con su tallo, porque es “donde está el aroma”. Se macera con cariño, sin saña. Se le echa el ron, hielo, dos palas, enfriando el vaso tras la primera para que no esté caliente en el fondo; un toque de gaseosa y, aquí está el secreto final, unas gotas de angostura. “Es un aromatizante a base de hierbas amargas. Y eso es lo que termina de formar el cóctel: lo amargo, lo dulce, con la mezcla de la hierbabuena”, sentenció el maestro. Un ritual sagrado.

- El Habana Vieja Fest se despidió el domingo 3 con un éxito rotundo de público
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El resultado de toda esta alquimia fue una alegría contagiosa. Lissette María Domínguez, cubana residente en Mijas desde hace tan solo dos meses, se emocionaba al sentirse como en casa: “Nos sentimos orgullosos de que aquí, en este rinconcito, se sienta la música de mi pueblo. La ropa en los balcones se tiende allá en los balcones, ¡pero aquí tengo que utilizar tendedero!”.

- El Habana Vieja Fest se despidió el domingo 3 con un éxito rotundo de público
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Así, el pueblo disfrutó de cuatro días para demostrar que entre Mijas y La Habana, más que un océano, hay un puente colgante como un cuerda llena de ropa, con sabor a mojito y a son cubano. Y que nos secuestren así mil veces más la plaza, vaya.
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