Hay pequeños detalles de la vida cotidiana que pueden hacerle vivir mejor. Entiéndase por detalle alguna conducta, algún hábito, un pensamiento, que entendido como un pormenor de la misma vida, puede mejorar su conjunto.
Por ejemplo, seguro que alguna vez se ha quedado pensando un buen rato el por qué su vecino no le saluda; o por qué su compañero de trabajo habrá dicho tal cosa; o seguro que le ha estado dando vueltas a la cabeza tratando de interpreta lo que ha querido decir su jefe.
Sin duda, siempre habrá el que quiera encontrarle un trasfondo negativo a todo.
En el primer ejemplo –su vecino no le saluda-, cabría preguntarse si usted iba mirando al frente y saludando, o si por el contrario iba cabizbajo y esquivo esperando a que él le saludara primero.
Puede que ese no sea el caso y que usted haya saludado educadamente. Pero tranquilícese, el mundo no está en su contra. Le propongo un ejercicio: observe a esas personas mal educadas y seguramente lo sean con casi la mayoría, y no sólo con usted, es decir, que es una cuestión de ellos en la que usted poco ha tenido que ver.
Mejor ocúpese de saludar con educación y cierta alegría, además de ser un ejemplo para quien menos se imagina. Eso le permitirá dormir un poco mejor.
En cualquiera de los casos es mejor no ser tan suspicaz. Desconfiar y sospechar en exceso no conduce a nada bueno.
La práctica de la suspicacia es poco recomendable, además de proporcionarle cierto sufrimiento también hace que las relaciones se tornen inestables, porque a cualquiera le harta que constantemente le digan: “¿pero que has querido decir?, ¿por qué has hecho esto o aquello?”, como si todo fuera con segundas intenciones.
¿Tiene usted una tendencia a ver a todo el mundo de un modo desconfiado y temeroso? Haga práctica del buen humor, y buenos días.
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