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Viernes 20/09/2024

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Históricos vigilantes del horizonte mijeño

El Centro de Interpretación instalado en el Torreón de La Cala profundiza en la historia y tipología de las torres vigía que, en siglos pasados, protegían el municipio de incursiones marítimas. El Ayuntamiento quiere ahora dotar de uso turístico a otras dos construcciones de este tipo.

Calahonda, Torre Nueva, Calaburras y, por supuesto, el Torreón de La Cala. Son las cuatro torres almenara de Mijas, grandes vigilantes que, en su tiempo, protegieron las costas mijeñas de los ataques procedentes del mar, formando un sistema de alerta y defensa del litoral contra las invasiones, principalmente, de los piratas bereberes. En la actualidad, solo una de ellas -el Torreón caleño-, se ha convertido en atractivo turístico, albergando en su interior un Centro de Interpretación de las Torres Vigía que puede ser visitado de lunes a viernes de 12 a 15 horas.

En este espacio, el área de Cultura del Ayuntamiento, de la mano de su coordinador, Francisco Gutiérrez, ha elaborado un amplio estudio sobre los rasgos históricos y arqueológicos que caracterizan a estas antiguas construcciones, profundizando en su uso y en la importancia que adquirieron como puntos de vigilancia de la franja costera.

El interés que desde el punto de vista turístico despierta este centro de interpretación ha provocado que el equipo de Gobierno se haya propuesto poner en valor las torres ubicadas en Torrenueva y en el Faro de Calaburras a fin de convertirlas en puntos de afluencia turística. El objetivo es aprovechar y conservar la riqueza monumental del municipio, haciendo que pueda ser visitada y admirada por mijeños y turistas.

Según la edil de Patrimonio Histórico, Carmen Márquez, “ya se ha concluido la cartelería para señalizar el acceso a las torres desde la A-7 y las urbanizaciones. La idea es poner en marcha una ruta, colocando un cartel junto al Torreón que explique cómo acceder a las distintas torres, que serán visitables durante varias horas al día”.

Por su parte, el responsable del Archivo municipal, Juan José de la Rubia, explica que “una vez que el inicio de los trámites administrativos para la recuperación de ambas torres se apruebe en Pleno, será Patrimonio del Estado la que deberá aprobar que las construcciones pasen a manos del Ayuntamiento”.

La adecuación de las torres, que tendrán un uso turístico, se hará respetando su estética tradicional, la estructura y el paisaje colindanteEl siguiente paso será analizar las torres para proceder a su restauración y, sobre todo, dotarlas de algún tipo de acceso para que en un futuro sea posible llegar a su parte superior, puesto que, al ser construcciones defensivas, sus accesos están situados a varios metros del nivel del suelo.

“En cada una de ellas, se instalarán, además, paneles informativos donde se describirán las diferentes características arquitectónicas e históricas de las torres”, puntualiza de la Rubia. En cuanto a la torre de Calahonda, que se encuentra en terreno privado, se acordará con el propietario que pueda ser visitable al menos durante unos días al mes, tal como marca la ley en referencia a bienes de interés cultural. Eso sí, la adecuación de estas edificaciones se hará en todo momento respetando la estética tradicional, la estructura y el paisaje colindante.

Vigilancia del litoral

El sistema de defensa costero cristiano del siglo XVI tiene su origen en la expulsión de los musulmanes del antiguo reino de Granada en 1492 que, como reacción contra el territorio del que se vieron despojados, organizan incursiones desde Argel hasta las costas de Granada y Málaga.

Este movimiento, apoyado por los turcos, obliga a los reyes españoles a organizar un sistema de defensa que, además de proteger la zona, permita la repoblación de pueblos y villas del sur del país.

Así, se reparan las torres almenara que formaron parte del reino nazarí y se construyen otras nuevas, creando una línea fortificada desde Gibraltar hasta la linde con Murcia. Su función consistía en dar aviso ante la presencia de barcos enemigos para que las guarniciones de Fuengirola, Benalmádena y Marbella acudieran al sitio por donde pretendían entrar los berberiscos.

En Mijas, al igual que en otras zonas, era habitual la existencia de una población mudéjar que apoyaba a sus paisanos en sus incursiones, produciéndose diversas situaciones de riesgo. Debido a la cercanía de la localidad a la costa y a su posición estratégica, la zona sería duramente castigada por las invasiones de los piratas magrebíes, un problema de difícil solución que marcaría la vida de las poblaciones del litoral.

Emplazamientos y personal

Estas torres se ubicaban en un lugar alto cercano a la costa y con visibilidad de sus dos inmediatas, para poder propagar en cadena sus alarmas y noticias. Generalmente, también podían situarse junto a un riachuelo; el sistema era tan rápido y seguro que se decía que en solo una noche el mensaje podía transmitirse desde Alejandría a Ceuta.

El sistema defensivo cristiano de las costas que data del siglo XVI tuvo su origen en la expulsión de los musulmanes en 1492Cada torre se componía de tres hombres, uno de los cuales, por turnos, permanecía vigilando constantemente, dándoles el nombre de guardas o escuchas. Los otros dos peones debían desplazarse a diario hacia las torres inmediatas para comunicar sus impresiones a la guarnición de las mismas. También debían desplazarse sigilosamente hasta las torres cercanas en caso de divisar alguna embarcación enemiga para reclutar gente y apresarlos al desembarcar.

Sin embargo, por diversas razones, sobre todo económicas, los vecinos encargados de la vigilancia comienzan a descuidar esta tarea, por lo que las autoridades dictan varias medidas para evitar estas situaciones.

Ante la presencia de enemigos, la alarma se propagaba con una intensa humareda y tañido de campanas. Los vecinos se encerraban en los lugares más seguros y las autoridades iniciaban la movilización para prevenir el ataque. De esta época es la expresión popular ‘No hay moros en la costa’, muy usada cuando desde las torres no se emitía señal alguna.

En cuanto a las armas usadas, los guardas se defendían con pedruscos, fogatas o balas grandes de plomo fundido, aunque también está documentada la utilización de pequeños cañones, saetas, esquillón o ballestas.

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