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Sábado 23/11/2024

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Es que yo no me entero

Cuántas veces se ha encontrado con gente –un familiar, un amigo, algún conocido- que le ha pedido a usted que le resuelva algún tema de informática, algo relacionado con la burocracia o cualquier otro favor, justificándose con razones de este tipo: “es que yo no valgo para eso”, “es que yo soy muy torpe”, “es que yo no tengo imaginación”, “es que yo me he quedado muy anti

Cuántas veces se ha encontrado con gente –un familiar, un amigo, algún conocido- que le ha pedido a usted que le resuelva algún tema de informática, algo relacionado con la burocracia o cualquier otro favor, justificándose con razones de este tipo: “es que yo no valgo para eso”, “es que yo soy muy torpe”, “es que yo no tengo imaginación”, “es que yo me he quedado muy antigua”.
 
Por ejemplo, su madre le dice “anda hijo, hazme esto que a ti se te da mejor”. O su tía le dice, “porfa, hazme esto que yo no me entero de estas cosas”. ¿Qué tienen de particular estas situaciones? Que esas excusas no siempre esconden detrás una verdadera falta de habilidad o conocimiento. En el ejemplo de la madre que alega que a usted se le da mejor, ¿realmente se le da mejor o es que invierte más tiempo, el que sea necesario, hasta conseguir el objetivo?
 
Pero no siempre se ha encontrado con gente que le pida favores de esa manera, a veces es usted mismo el que ha pedido que le echen una mano, aún a costa de justificarse con adjetivos que le desvalorizan en cierta medida -de forma intencionada y, otras muchas veces, de forma inconsciente-.
 
Parece que no se trata de que nos echen una mano, sino más bien de que nos solucionen directamente el problema. Entiende ¿no? No es lo mismo pedir una ayudita que, soslayadamente, pedir que te lo haga otro y así uno se desentiende del asunto. 
 
Es cierto que hay que saber delegar, que hay que saber pedir ayuda, y que uno no puede entender o ser un experto en todo. Pero con un poco de deseo, un poco de curiosidad, con una inversión de tiempo, y con una mano amiga, uno puede resolver casi cualquier cosa. Lo que sucede muchas veces es que nos vence la pereza y el desinterés, y esto es precisamente lo que se esconde detrás de “es que yo no me entero” y demás frases del estilo.
 
No solemos decir abiertamente que algo no nos interesa lo más mínimo, -sea el desinterés por razones de tiempo o personales-. Por ejemplo, llamar a la compañía telefónica para que te resuelvan un problema es algo que a casi nadie suele interesar, preferimos “autodespreciarnos” diciendo que “no nos enteramos” para caritativamente conseguir un colaborador.
 
No se trata de juzgar ningún modo de hacer. Sólo señalar que hay distintos modos de resolver las situaciones y, en muchas ocasiones, no somos conscientes de la forma en la que actuamos. Por ejemplo podemos afrontar con empeño y tenacidad; podemos hacernos los “inútiles” y pedir que nos lo resuelvan, o podemos no resolver nada.
 
En muchos casos, ser torpe, o no enterarse de forma inmediata de las cosas no es ninguna señal, es sólo un indicativo de que tenemos que poner más trabajo. Ahora podemos reflexionar, ¿es usted un tontorrón?, ¿o es usted un maldito perezoso incapaz de poner empeño en sus cosas y hacer las cosas medianamente bien?
 

 

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