Son, sin duda, una de las señas de identidad del otoño, suelen llegar con el frío, aunque la verdad que este año conviven más bien con las altas temperaturas y nos las estamos comiendo en manga corta, les hablamos de las castañas. Desde finales de octubre los quioscos de castañas asadas vuelven a formar parte de nuestro paisaje otoñal.
En Mijas Pueblo, si quieren disfrutar de unas buenas castañas, tan solo tienen que acercarse a la plaza de la Libertad. Frente a la Casa Museo, desde primeras horas de la tarde ya tenemos el quiosco de castañas montado, el carbón ardiendo y la torre de humo elevándose por encima de la ermita de San Sebastián. Aquí nos encontramos con la grata sorpresa de que es Fernando Porras quien vuelve a prepararnos las castañas a fuego lento, lo hace con su socio, su hijo Iván, quien nos recuerda que su padre “hace bastantes años montaba el puesto aquí, no como está ahora, ahora por los menos tenemos un quiosquillo. Durante muchos años montaba aquí y luego para el Día de los Difuntos montábamos también en el cementerio. Antes estábamos aquí hasta bastante tarde, porque parecía que había más movimiento por la noche”. Desde hace algunos años el Ayuntamiento, a través de la delegación de Vía Pública, facilita a las familias que se dedican a la venta de castañas asadas los quioscos y el acceso a la luz eléctrica de estos.
Este año el sector se encuentra con un serio problema, la falta de castañas en la provincia por culpa de la sequía. “Nosotros hemos podido aprovechar este tiempecillo que nos queda porque hemos comprado castañas de Galicia, porque aquí no hay, al no llover, hemos tenido que buscar en otro sitio”, nos cuenta Iván mientras mueve las ollas para que todas las castañas se asen bien, “las castañas por lo menos son buenas y les gusta mucho a la gente, que es lo que nos interesa a nosotros, que les guste y vuelvan a comprar más veces”.
Por su parte, su padre, Fernando, reconoce que el principal cambio que nota desde que él comenzó con el puesto de castañas hace años a día de hoy son los precios, “el del carbón, el de las castañas, el de una cosa y otra… todo ha subido bastante”, nos dice preocupado; pero lo que echa de menos Fernando es el ambiente, “antes los grupillos de gente mayor se juntaban por aquí”, nos cuenta mientras señala los bancos vacíos apostados contra la fachada de la Casa Museo, “ahora no se ven, tampoco los abuelos que venían a echar un rato con nosotros, se ha perdido esa costumbre”, reconoce con bastante nostalgia.
Durante la semana, en tardes como las de hoy, el puesto cobra especial vida, se llena de la chiquillería, niños y niñas que aprovechan cuando salen de sus clases y actividades para arrastrar a sus padres, bien asidos de la mano, para que les compren un puñado de castañas (12 por 2 euros es el precio que tienen en el puesto de Fernando e Iván). Pequeñas como Paola Gómez, Johana Gómez y Blanca Fernández aseguran que están “riquísimas” y que merece la pena terminar con las manos tiznadas al pelarlas porque, dicen, “están muy muy buenas”.
Y es que, ¿a quién no le gusta pararse un rato por la tarde, sentarse y comerse en casa unas castañas calentitas en familia o con los amigos? “Aquí vienen muchos abuelos y nos lo dicen, me voy a llevar para mis nietos, dame dos eurillos más. La gente se las lleva y disfrutan mucho, que es lo importante”, señala muy satisfecho Iván, que adelantaba que el año que viene quieren poner el puesto antes “por lo menos desde octubre a diciembre”, asegura.
En el mapa de los puestos de castañas de la localidad tenemos en Mijas Pueblo una única parada, este quiosco en la plaza La Libertad, donde nos esperan cada tarde Fernando Porras y su hijo Iván con kilos y kilos de castañas pilongas calentitas, asadas con la candela de un buen carbón y, sobre todo, con mucho cariño.
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