Suelo dar poca oportunidad a los emails publicitarios, sobre todo porque me gusta a mí buscar y elegir. Pero aquel día no los eliminé indiscriminadamente. Dediqué un tiempo a leer esos correos que te ofertan cosas, a ver si algo me sorprendía.
Con tal disposición, cómo no, algo encontré. Un anuncio que decía: “Para que no tengas que pensar qué hacer los sábados, te enviamos información interesante sobre actividades de fin de semana pensadas para ti. Reserva ya la actividad que más te guste y no pongas excusas para seguir en el sofá”.
No entro en la oferta ni en las formas de ofertarse, y desconozco el efecto publicitario que habrán logrado. Me quedo con la frase “para que no tengas que pensar”. Hoy en día hay mucho de esto, nos ofertan y a veces nos imponen no pensar.
Se me quedó incrustada la frase “para que no tengas que pensar” y me estuvo resonando un buen rato. Y a partir de aquí se dispararon un montón de preguntas: ¿Resulta seductor no tener que pensar lo que hacer, lo que decir, cómo ser? ¿Por qué no habría que pensar? ¿A caso somos seres que nos tengan que programar la vida?
Desde luego son muchos los que viven automatizados, programados, como si la vida fuera una cadena de producción en serie en la que el margen de creatividad y diferencia fuera casi inexistente. Por poner un ejemplo: por la mañana trabajo, al medio día deporte, por la tarde trabajo, el sábado con mis padres, el domingo con los tuyos… ningún tiempo vacío.
¿A qué responde este querer ocupar todo el tiempo libre? ¿Por qué hay que hacer planes supermegachupi y modernos siempre? Por un lado hay para quien aparece la culpa si no tiene un plan supermegachupi. Y por otro lado pareciera que se trata de taponar algo. El ser humano alberga cierto sinsentido, cierto vacío, cierta carencia que no se puede taponar.
Es una vida distinta si uno piensa por uno mismo, si uno es parte activa de su propia vida. Ojo, que alguien puede parecer activo, cuando simplemente se está dejando llevar y se está sumando a los gustos de otro, es decir sin tomar decisiones, y sin implicarse mucho en sus propios gustos y deseos.
¿Cuáles son sus deseos? ¿A usted qué le gusta? Sólo cuando se está liberado de las necesidades de la vida, cuando entra entonces el deseo en nuestras vidas, es cuando puede aparecer el aburrimiento. ¿Qué hacer de la vida, cuando el vivir ya no depende más que de uno mismo? Para algunos esta pregunta puede resultar muy dura.
Piense, no sólo en cómo divertirse, también piense el sentido de las cosas, piense para abordar su realidad, piense de maneras diferentes, piense las cuestiones propiamente humanas, eduque su forma de pensar. Que no piensen por usted.
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