Pocos conocerán que en el núcleo de Las Lagunas contamos con un gran museo de colecciones de lo más variopinto. Se ubica en un local de calle Río Campanillas y pertenece a Quico Porras, un vecino que, desde niño, se dedica a reunir y clasificar todo tipo de objetos, desde mecheros y figuras de animales, hasta barajas de cartas, bolígrafos o cajas de cerillas.
A sus 57 años, Porras puede asegurar que su afición preferida es buscar y encontrar objetos curiosos, antiguos o casi exclusivos. Y podríamos decir que tiene casi de todo aquello que se puede coleccionar. “Empecé coleccionando calendarios y monedas antiguas, luego llaveros y mecheros, y cada día tenía más, hasta que un día tuve la oportunidad de comprar este local, donde me paso horas y horas, pero me encanta y me da mucha tranquilidad ordenar las figuras, limpiarlas y crear espacios para colocarlas”, explica.
Entre sus colecciones más numerosas, dispone de 14.000 mecheros, 13.000 llaveros, 5.000 barajas de cartas y miles de figuras de plástico de la marca alemana Schleich, su favorita.
También guarda especial cariño a una recopilación de cromos antiguos de los yogures Danone, todos ellos sin estrenar. “Muchos los he ido comprando luego o me los han ido dando, pero lo que más me gusta es que en cada sobre viene el precio, cuando costaba 2,50 pesetas, cuando después subieron a 5 pesetas…”.
Como imaginarán, el valor de todas estas colecciones, entre las que también se encuentran tazas, botellas de cerveza, imanes o vehículos Hot Wheels, es incalculable. “Creo que me volvería loco si echara cuentas de todo lo que tengo, pero no es lo mismo ir día a día que, de repente, comprar una colección entera”, argumenta.
Según Porras, buena parte de todo lo que posee ha sido adquirido personalmente por él, “y nunca a través de Internet”, recalca. También encuentra verdaderas joyas en las llamadas convenciones de coleccionismo, “donde llevo mis figuras repetidas y las cambio por otras, y así vamos luchando”.
Otras veces, son los familiares, amigos y vecinos los que le ayudan a seguir manteniendo esta curiosa afición que, por ahora, no tiene fin. Y aunque sean colecciones privadas, Quico Porras abre las puertas de su museo particular a todo aquel que quiera visitarlo. “Para mí es un orgullo mostrar lo que tengo y siempre me agrada que la gente lo valore”, reconoce.