En la última entrega de ‘Familias y pantallas’ nos planteábamos si las tecnologías son necesarias o no en las vacaciones. Una vez más, tenemos que aceptar que ya forman parte de la vida de todos y que, por tanto, la clave está más bien en cómo se utilizan las pantallas, durante cuánto tiempo, en qué momentos y para qué. Cuestiones que, dicen los profesionales, es importante que sean consensuadas y negociadas entre padres e hijos. “Que el niño participe en esa especie de negociación”, aconseja Lorena de Paz García, del Centro de Psicología Álava Reyes, especialista en atención temprana y psicomotricidad, con más de diez años de experiencia.
La profesional reconoce que el tema de negociar las normas con los niños “es algo que suele dar miedo a los padres, porque sienten que pierden autoridad. Pero para nada”, remarca, “porque realmente quien tiene el control es el adulto”. El niño podrá opinar y elegir entre varias opciones, pero son alternativas, por tanto, propuestas por el adulto. Si lo trasladamos a la comida, un ejemplo podría ser que el niño elija para merendar entre plátano o manzana; él elige, pero al fin y al cabo es fruta, que es lo que queremos.
Pantallas en vacaciones
“Cuando llega el verano hay bastante preocupación en consulta por el tema de cómo gestionar el uso de pantallas, porque la rutina cambia, los padres necesitan trabajar y la mejor forma que encuentran para distraer a los niños son las pantallas”, explica De Paz. “Es una solución que a corto plazo es funcional, pero que a largo plazo conlleva muchos problemas. Estamos observando muchos problemas de conducta en los niños cuando se les intenta limitar”, reconoce la psicóloga.
A veces se utiliza la pantalla como un “medicamento” o un “antídoto” y eso, remarca, “es un error. Pero también entiendo que es muy complicado hacerlo de otra manera. El uso de pantallas debería estar siempre supervisado por los padres, pero si trabajan, hay otro hermano o los niños no pueden bajar al parque o a la piscina sin un adulto, etcétera, entiendo que es complicado”, reconoce. Aún así, no hay que tirar la toalla y ni mucho menos abandonar por completo las normas durante las vacaciones. Ahí van algunos consejos.
Hacer hincapié en las rutinas
“Igual que pasó en el confinamiento, en verano también hay que hacer más hincapié en la rutina, para intentar limitar el uso de pantallas. Que cada uno organice en su casa su rutina, pero que haya una rutina organizada. Sin fijar tanto los horarios, sino establecer la agenda como algo lógico, más que como una imposición”, apunta De Paz. Que haya cierto orden, en definitiva, aclara.
Negociar las normas
A la hora de consensuar las rutinas, “también funciona muy bien darle a elegir a los niños entre dos opciones, para aumentar así su percepción de control de capacidad de elección. ¿Quieres jugar a esto o a esto otro? Mejor que decirle: ¿a qué quieres jugar? Porque si acotamos la elección es más fácil. Preguntarle su opinión, ¿cuándo quieres jugar?, ¿a media mañana o después de comer? Le estamos explicando que sí va a poder jugar y, además, él va a elegir, pero claro, entre las opciones que nosotros, los adultos, le planteamos.
Ofrecer alternativas atractivas
“No podemos quitarle la tablet y ponerle con deberes. A nadie le gusta dejar de hacer algo que le gusta mucho, por hacer otra cosa que no le gusta nada”, ejemplifica la profesional. Entonces hay que pensar en una alternativa atractiva cuando queremos que se desconecte de la tecnología. Juegos de mesa, muy recomendados, actividades con amigos al aire libre, paseos por el campo, visitas a la playa o a la piscina... Habrá que anticiparse a ese momento y organizarse.
Ser un modelo para los niños
Es un consejo que no hay que olvidar nunca. “No podemos prohibirle al niño la tablet cuando estamos comiendo y estar nosotros con el móvil constantemente, porque caemos en una contradicción”, recuerda la psicóloga. “Es normal que en verano aumente el tiempo de pantalla, pero cuanto los padres también están en vacaciones sí que no hay excusas; ahí sí podemos dedicar más tiempo a los hijos y aprovechar para hacer más cosas en familia”. Según De Paz se está observando últimamente que a los adultos les cuenta mucho incluso ver una película de principio a fin sin estar con el móvil: “es un modelo que también están percibiendo los niños”.
No usar la pantalla como antídoto
“El uso de la pantalla tiene que tener un objetivo de entretenimiento, e incluso de aprendizaje, pero no usarla como un antídoto o un medicamento”, dice De Paz. Nunca se debe utilizar la pantalla para controlar emociones. Si queremos que el niño aprenda a relajarse cuando está enfadado o sepa gestionar una frustración o el aburrimiento, explica la profesional, tiene que aprender herramientas de regulación emocional. “Si el niño no toma conciencia de su emoción y de cómo la gestiona, no va a aprender a gestionarla. Con la pantalla quizás se pueda relajar en un momento dado, pero ¿qué pasa si no tiene acceso a la tecnología?”, añade.
Cuando el verano se acaba
“No hay que olvidar que el verano terminará y volverá el cole y que cuando vuelvan las restricciones, será difícil”, advierte De Paz. Así que hay que recordar a los niños que si ahora tienen más horas de conexión es porque están en vacaciones, tienen más tiempo libre y es algo puntual.