Al igual que la naturaleza está regida por las estaciones, cada una de ella a un ritmo de actividad distinto, la vida de cada uno de nosotros también necesita esos periodos de cambio. Porque tanto el cuerpo, como la mente, necesitan de presencias y ausencias, para descansar y revitalizarse, y para poder conectar con uno mismo.
Llega otoño, llega septiembre. Para muchos esto supone la llegada de las prisas, el correr y una lista de buenos propósitos y metas nuevas. Acción esta última, que se repite también a comienzos de cada año nuevo. Como si la fortaleza interna fuera algo estacional y no fruto de un sinceramiento con uno mismo.
Hay que estar advertidos de las trampas que conllevan las listas de buenos propósitos:
1. Hay que cuidarse de no confeccionar la lista siguiendo tópicos: estudiar un idioma, hacer deporte, dieta…Los proyectos que emprendemos sólo porque otro nos dice que es bueno, tienen una vida muy corta y están avocados al fracaso.
2. También hay que cuidarse de no plantearse nuevos objetivos siguiendo un ideal y rozando la autoexigencia. Esto también promete un recorrido muy corto.
3. Hay que saber que es bueno para uno, y escapar del absolutismo “es bueno para todos”. A unos les sentará bien hacer un proyecto nuevo en su trabajo, y a otros le sentará bien seguir haciendo lo mismo de siempre; a unos le sentará bien sacarse el “first cetificate” y a otros les funciona ver una serie de televisión.
Los periodos de ausencia y los espacios vacíos son algo muy valioso. Pueden permitirnos conectar con nosotros mismos y es de ahí de donde sale la clave de lo que queremos que continúe presente en nuestra vida, y lo que ya no queremos que nos acompañe más en nuestro camino. Un ritmo rápido y saturado nos desconecta de nosotros mismo y hace que cabalguemos a ritmo de opiniones externas y convencionalismos. Las cosas que conseguimos hacer y mantenerlas en el tiempo sólo son aquella que queremos hacer de verdad, y no fruto de otras voces.
Es interesante que sepamos desde dónde estamos eligiendo, porque luego cuando uno no cumple sus objetivos se cree que no tiene voluntad, o que es un fracasado porque no consigue hacer nada de lo que se propone. Es cierto que hay otros obstáculos internos que boicotean el acceso a lo que queremos, pero eso es motivo de otro artículo.
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